"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad
de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es."
Jorge Luis Borges
Foto: Hai Thinh
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El largo camino que recorremos en
la búsqueda del sentido de la vida y de nuestras experiencias, trae consigo la
necesidad de organizar los acontecimientos de la vivencia personal en busca de
un relato coherente de nosotros mismos, del otro
y del mundo.
Cuando hablamos a otros acerca de
nosotros, de cómo somos, de aquello que nos hace singulares, de la historia de
nuestra familia y de los eventos que consideramos relevantes en nuestra
experiencia vital, nos hallamos relatando una historia. Esto que transmitimos
al otro, conforma un relato que adoptamos como propio en forma de autonarración
y proporciona un sentido de continuidad. Esta historia parte de nuestros
primeros años de vida, así como de las relaciones y dinámicas entonces
vigentes, y sirve prospectivamente de marco de referencia para ordenar las
experiencias ulteriores. Sin embargo, ¿Qué vigencia tienen estas autonarraciones
en nuestra vida actual? ¿Cómo posibilitan o bloquean vías de cambio personal?
El psiquismo surge de la relación con el otro, en palabras de Díaz Olguín, el nivel en donde el significado es generado y actualizado es externo al sujeto, pertenece a una dimensión interpersonal-social. Como seres sociales, organizamos nuestra narrativa personal según la interacción con nuestras figuras relevantes. A partir de las vivencias en el seno de la familia, siempre en el contexto del tránsito a través de las distintas etapas del desarrollo, surgen las primeras historias que intenta explicar el significado de las experiencias. Estas ficciones pretéritas, que Freud llamó la novela familiar del neurótico, configuran nuestra identidad y nos explican nuestro lugar en el mundo; su construcción responde a una necesidad evolutiva. Sin embargo, el hecho de que dichas ficciones guíen nuestra vida adulta, llama a la compulsión a la repetición, es decir, a la repetición constante de una situación o la re-vivencia de un sentimiento que, paradójicamente, es doloroso. Asimismo, esto habla de una falta de opciones, limitando los medios de cambio que hacen posible la elaboración de conflictos y malestares en las esferas personal y relacional.
Como
apunta E. Bruner, si aceptamos que organizamos nuestra experiencia y le damos sentido
por medio del relato, y que en la construcción de estos relatos expresamos
aspectos ‘escogidos’ de la experiencia vivida, se deduce que estos relatos modelan
la vida y las relaciones. La analogía del texto propone la idea de que los
relatos o narraciones que nos contamos a nosotros mismos, influyen en nuestras
interacciones y organización, y que la evolución de las vidas y de las
relaciones se produce a partir de la representación de tales relatos o
narraciones.
Es
por ello que el proceso psicoterapéutico no solo trabaja y se ocupa de dichos relatos,
sino que además encierra el cuestionar los fantasmas que nos han constituido -y
que colman la historia que adoptamos acerca de nosotros mismos- para dotar de
significado aquello oculto en nuestra narración personal. Representa un espacio
en donde re-experimentamos, recreamos, reconstruimos y reactualizamos nuestra
propia experiencia dotándola de un significado más maduro. En palabras de Freud
en construcciones en psicoanálisis:
"…El trabajo analítico aspira a inducir al paciente a que abandone sus represiones (usando la palabra en su sentido más amplio), que pertenecen a la primera época de su evolución, y a reemplazarlas por reacciones de una clase que corresponderían a un estado de madurez psíquica."
Añade entonces en cuanto
a la tarea del analista:
"¿Cuál es entonces su tarea? Su tarea es hacer surgir lo que ha sido olvidado a partir de las huellas que ha dejado tras sí, o más correctamente, construirlo."
De
esta forma, la intervención y construcciones del analista en el proceso
psicoterapéutico, abren opciones novedosas y distintas perspectivas a la
narrativa personal que tenemos y que puede estar resultando paralizante. Dichas
construcciones que se dan en el marco de la psicoterapia, integran tanto la
‘verdad histórica’ como la actividad de la fantasía, escriben a partir de lo
actual una narración que permite reordenar e interpretar los hechos pasados y
darles nuevos sentidos.
Díaz
Olguín apunta que la narrativa que se revela en la psicoterapia, permite
explicar las experiencias emocionales complejas que vivimos. No se trata de decretar
la ‘verdad histórica’ que expone el relato personal y familiar, sino más bien
de abordar dicha realidad que proviene desde las primeras fases del desarrollo
psíquico y emocional, como una historia sujeta a la construcción e
interpretación progresiva que hacemos del mundo. La historia familiar, y con
ello la narrativa personal, integra las producciones fantaseadas en cuanto a la
familia y la historia individual, con los eventos y figuras de la realidad
histórica. El analista acoge el relato personal y lo devuelve en consonancia
con una realidad en la que la experiencia no es ‘univocal’, sino que está
poblada de ópticas ignoradas en la historia dominante, ópticas que ponen en
movimiento un cambio.
De esta forma, en el transcurso
del análisis pasamos desde albergar y guiar nuestras experiencias por un relato
unívoco y lineal, hacia una realidad discursiva de la vida, una realidad en continuo
cambio. Será en esas revisiones constantes en donde se puede ir forjando, modificando
o estructurando la manera en la que se cuestionan los hechos, de forma que
aparecen “varias historias” en un mismo plano, coexistentes y no excluyentes.
Desde
la terapia sistémica, tal y como señala White, a medida que los relatos
alternativos se prestan a ser representados, es posible expresar y difundir
otros aspectos, «amables» pero anteriormente negados, de nuestra experiencia. Estos
aspectos de lo que vivimos que quedan fuera del relato dominante constituyen
una fuente, llena de riqueza y fertilidad, para la generación, o regeneración
de relatos alternativos. En este sentido, se fomenta una nueva sensación de
agencia personal y, con ella, podemos ser capaces de asumir nuestra
responsabilidad en la investigación de nuevas opciones en nuestra vida y en el
seguimiento de nuevas posibilidades. En este proceso, se experimenta una nueva
capacidad de intervenir sobre el mundo.
Como
señala Díaz Olguín desde la perspectiva del construccionismo, a través del
trabajo narrativo en psicoterapia, el sujeto tiene la oportunidad de relatar y
explorar aspectos problemáticos de su vida, los que son puestos en el contexto
de su historia personal. A partir de ello, el terapeuta asiste ofreciendo un
diálogo o narrativa alternativa, una oportunidad de "re-escribir" su
historia para completarla y dotar de sentido la experiencia, para abrir camino
a opciones más próximas a la integración de las experiencias de cara al
bienestar y madurez emocional del sujeto.
Es
por ello que embarcarnos en un proceso de psicoterapia representa un desafío y
una aventura, abre paso desde un relato único, frecuentemente obsoleto y
condicionante, hacia perspectivas que posibilitan el cambio y el bienestar
emocional y relacional.
Referencias:
-Steps to and ecology of mind, G. Bateson.
-Experience and its expressions. En V. Turner y E. Bruner (comps.), The anthropology of experience, E. Bruner.
-Construcciones en psicoanálisis, S. Freud.
-El modelo narrativo en
la psicoterapia constructivista y construccionista, Rodrigo Díaz Olguín.
-Medios narrativos para fines terapéuticos, M. White, D. Epston.
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