lunes, 28 de noviembre de 2016

Narrativa en la psicoterapia: La reconstrucción de la historia personal

"Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es." 
Jorge Luis Borges

Foto: Hai Thinh
El largo camino que recorremos en la búsqueda del sentido de la vida y de nuestras experiencias, trae consigo la necesidad de organizar los acontecimientos de la vivencia personal en busca de un relato coherente de nosotros mismos, del otro y del mundo.

Cuando hablamos a otros acerca de nosotros, de cómo somos, de aquello que nos hace singulares, de la historia de nuestra familia y de los eventos que consideramos relevantes en nuestra experiencia vital, nos hallamos relatando una historia. Esto que transmitimos al otro, conforma un relato que adoptamos como propio en forma de autonarración y proporciona un sentido de continuidad. Esta historia parte de nuestros primeros años de vida, así como de las relaciones y dinámicas entonces vigentes, y sirve prospectivamente de marco de referencia para ordenar las experiencias ulteriores. Sin embargo, ¿Qué vigencia tienen estas autonarraciones en nuestra vida actual? ¿Cómo posibilitan o bloquean vías de cambio personal? 

Tal y como afirma Bateson, la comprensión que tenemos de un hecho o el significado que le atribuimos, está determinada y restringida por el contexto en el que se recibe; es decir, por la red de premisas y supuestos que constituyen nuestros mapas del mundo. Comparando estos mapas con pautas, Bateson argumenta que la interpretación de todo acontecimiento está determinada por la forma en que éste encaja dentro de pautas conocidas. Estas “pautas” son históricas, proceden de la primera época de la evolución del sujeto y están integradas tanto por ‘verdad histórica’ como por construcciones que hacemos en el nivel de la fantasía. Así, intentamos dotar de cohesión nuestra narrativa personal, sometiendo las experiencias que vivimos a un marco de comprensión a menudo anacrónico. En el curso de la construcción de esta novela personal, dejamos de lado, de entre el conjunto de los hechos de nuestra experiencia, aquellos que no encajan en los relatos que desarrollamos de nosotros mismos. Otros sucesos quedan fuera de esa narración por acción de la represión, de manera que parte de las experiencias quedan, en palabras de White, sin relatar… permanecen amorfas, sin organización y sin forma, actuando en la sombra. 

El psiquismo surge de la relación con el otro, en palabras de Díaz Olguín, el nivel en donde el significado es generado y actualizado es externo al sujeto, pertenece a una dimensión interpersonal-social. Como seres sociales, organizamos nuestra narrativa personal según la interacción con nuestras figuras relevantes. A partir de las vivencias en el seno de la familia, siempre en el contexto del tránsito a través de las distintas etapas del desarrollo, surgen las primeras historias que intenta explicar el significado de las experiencias. Estas ficciones pretéritas, que Freud llamó la novela familiar del neurótico, configuran nuestra identidad y nos explican nuestro lugar en el mundo; su construcción responde a una necesidad evolutiva. Sin embargo, el hecho de que dichas ficciones guíen nuestra vida adulta, llama a la compulsión a la repetición, es decir, a la repetición constante de una situación o la re-vivencia de un sentimiento que, paradójicamente, es doloroso. Asimismo, esto habla de una falta de opciones, limitando los medios de cambio que hacen posible la elaboración de conflictos y malestares en las esferas personal y relacional. 

Como apunta E. Bruner, si aceptamos que organizamos nuestra experiencia y le damos sentido por medio del relato, y que en la construcción de estos relatos expresamos aspectos ‘escogidos’ de la experiencia vivida, se deduce que estos relatos modelan la vida y las relaciones. La analogía del texto propone la idea de que los relatos o narraciones que nos contamos a nosotros mismos, influyen en nuestras interacciones y organización, y que la evolución de las vidas y de las relaciones se produce a partir de la representación de tales relatos o narraciones. 

Es por ello que el proceso psicoterapéutico no solo trabaja y se ocupa de dichos relatos, sino que además encierra el cuestionar los fantasmas que nos han constituido -y que colman la historia que adoptamos acerca de nosotros mismos- para dotar de significado aquello oculto en nuestra narración personal. Representa un espacio en donde re-experimentamos, recreamos, reconstruimos y reactualizamos nuestra propia experiencia dotándola de un significado más maduro. En palabras de Freud en construcciones en psicoanálisis: 
"…El trabajo analítico aspira a inducir al paciente a que abandone sus represiones (usando la palabra en su sentido más amplio), que pertenecen a la primera época de su evolución, y a reemplazarlas por reacciones de una clase que corresponderían a un estado de madurez psíquica."
Añade entonces en cuanto a la tarea del analista:
"¿Cuál es entonces su tarea? Su tarea es hacer surgir lo que ha sido olvidado a partir de las huellas que ha dejado tras sí, o más correctamente, construirlo."

De esta forma, la intervención y construcciones del analista en el proceso psicoterapéutico, abren opciones novedosas y distintas perspectivas a la narrativa personal que tenemos y que puede estar resultando paralizante. Dichas construcciones que se dan en el marco de la psicoterapia, integran tanto la ‘verdad histórica’ como la actividad de la fantasía, escriben a partir de lo actual una narración que permite reordenar e interpretar los hechos pasados y darles nuevos sentidos. 

Díaz Olguín apunta que la narrativa que se revela en la psicoterapia, permite explicar las experiencias emocionales complejas que vivimos. No se trata de decretar la ‘verdad histórica’ que expone el relato personal y familiar, sino más bien de abordar dicha realidad que proviene desde las primeras fases del desarrollo psíquico y emocional, como una historia sujeta a la construcción e interpretación progresiva que hacemos del mundo. La historia familiar, y con ello la narrativa personal, integra las producciones fantaseadas en cuanto a la familia y la historia individual, con los eventos y figuras de la realidad histórica. El analista acoge el relato personal y lo devuelve en consonancia con una realidad en la que la experiencia no es ‘univocal’, sino que está poblada de ópticas ignoradas en la historia dominante, ópticas que ponen en movimiento un cambio.

De esta forma, en el transcurso del análisis pasamos desde albergar y guiar nuestras experiencias por un relato unívoco y lineal, hacia una realidad discursiva de la vida, una realidad en continuo cambio. Será en esas revisiones constantes en donde se puede ir forjando, modificando o estructurando la manera en la que se cuestionan los hechos, de forma que aparecen “varias historias” en un mismo plano, coexistentes y no excluyentes.

Desde la terapia sistémica, tal y como señala White, a medida que los relatos alternativos se prestan a ser representados, es posible expresar y difundir otros aspectos, «amables» pero anteriormente negados, de nuestra experiencia. Estos aspectos de lo que vivimos que quedan fuera del relato dominante constituyen una fuente, llena de riqueza y fertilidad, para la generación, o regeneración de relatos alternativos. En este sentido, se fomenta una nueva sensación de agencia personal y, con ella, podemos ser capaces de asumir nuestra responsabilidad en la investigación de nuevas opciones en nuestra vida y en el seguimiento de nuevas posibilidades. En este proceso, se experimenta una nueva capacidad de intervenir sobre el mundo.

Como señala Díaz Olguín desde la perspectiva del construccionismo, a través del trabajo narrativo en psicoterapia, el sujeto tiene la oportunidad de relatar y explorar aspectos problemáticos de su vida, los que son puestos en el contexto de su historia personal. A partir de ello, el terapeuta asiste ofreciendo un diálogo o narrativa alternativa, una oportunidad de "re-escribir" su historia para completarla y dotar de sentido la experiencia, para abrir camino a opciones más próximas a la integración de las experiencias de cara al bienestar y madurez emocional del sujeto.

Es por ello que embarcarnos en un proceso de psicoterapia representa un desafío y una aventura, abre paso desde un relato único, frecuentemente obsoleto y condicionante, hacia perspectivas que posibilitan el cambio y el bienestar emocional y relacional.

Referencias:

-Steps to and ecology of mind, G. Bateson.
-Experience and its expressions. En V. Turner y E. Bruner (comps.), The anthropology of experience, E. Bruner.
-Construcciones en psicoanálisis, S. Freud.
-El modelo narrativo en la psicoterapia constructivista y construccionista, Rodrigo Díaz Olguín. 
-Medios narrativos para fines terapéuticos, M. White, D. Epston. 

martes, 25 de octubre de 2016

Las mentiras infantiles: Su gestión para el desarrollo sano del niño

Sketch by blinkybell
Las mentiras de los hijos es un tema que preocupa a muchos padres. Los niños experimentan con la mentira desde una edad temprana y, aunque no en todas las ocasiones han de ser un motivo de preocupación, es importante que los padres –y educadores- sepan cómo gestionarlas, dada la importancia educativa y emocional que encierran en el desarrollo sano del niño.

La respuesta que los padres y educadores dan ante la mentira es de gran importancia en la integración emocional y moral del niño. A partir de esto, nos animamos a hacer algunas reflexiones generales acerca de las mentiras infantiles, apuntando ciertos tópicos a tener en consideración.

La edad del niño. La mentira forma parte de la interacción humana y los niños, evidentemente, no están al margen de esto. Sin embargo, la etapa evolutiva por la que atraviesan representa un aspecto de vital importancia a tener en cuenta en el momento de gestionar y comprender la mentira.

Los niños empiezan a mentir alrededor de los 2 a 5 años. Esta es una etapa en donde no cuentan con la capacidad de discriminación realidad-fantasía a la que accederán en años sucesivos. Se trata de una etapa en donde están en pleno desarrollo las capacidades simbólicas y cognitivas, y en donde la fantasía tiene un papel fundamental que se expresa, por ejemplo, a través del juego. En esta etapa, los niños empiezan a aprender y comprender la idea de que su mundo interno y el de otros son distintos, se avanza hacia una subjetivación e individualización más maduras, abandonando poco a poco el egocentrismo infantil, hacia la comprensión del mundo relacional e interpersonal.

En esta etapa las mentiras suelen tener una relación directa con el mundo imaginario del niño, el mundo de sus deseos, miedos y fantasías. La mentira en este punto sirve como un canal a la imaginación y la creatividad, a la vez que un ensayo en la discriminación entre la realidad y la fantasía. La moralidad plena no está adquirida y la negación de la mentira por parte del niño –cuando es confrontado con la “verdad”- suele estar asociada a una falta de comprensión de la realidad o a la evitación de consecuencias negativas. Es importante que en esta fase se explore en la mentira y esta exploración no conlleve castigos punitivos, de manera que el niño pueda ir internalizando normas, formas de abordar la realidad y diferencias personales. Cuando el castigo es la respuesta inmediata y predominante ante la mentira, puede correrse el riesgo de coartar la capacidad imaginativa del niño y su expresión, a la vez que se imprime un criterio irreflexivo de “mal o bien”, “mentira o verdad”, que dificulta en un futuro hacer frente a las complicadas situaciones morales que se presentan en la vida.

En estas edades son comunes mentiras como “Soy un astronauta”, “Mi papá en Superman”, “La tarta de chocolate se la comió mi amigo el ratón”. Más allá del enfado como respuesta del padre, madre o educador, es necesario ser sensibles ante la expresión ‘en bruto’ de la fantasía, así como el juego que se hace con la realidad. Más que confrontar al niño, podemos darle valor a aquello que expresa a la vez que contextualizamos la realidad: “¡Te gustan tantos los planetas y el universo que quieres explorarlos como hace un astronauta!”; “La tarta de chocolate la hizo mamá para después de cenar, parece que tu amigo el ratón y tú se han comido por adelantado el postre”. En este último caso, ‘quedarse sin postre’ trasciende la mera noción de castigo, conecta la acción del niño a la realidad a la vez que se respeta su imaginación.

Aproximadamente a partir de los 6 años las mentiras adquieren un nuevo sentido, ya que hay mayor comprensión de las normas sociales. Dado que el juicio ético y moral está en pleno curso de desarrollo, las mentiras que se dicen a esta edad deben sondearse, buscando siempre la razón de las mismas. Asimismo, han de acompañarse de la relación que tiene “la verdad” con conceptos más complejos como la confianza, las consecuencias relacionales (no los “castigos” que vienen de mentir), la vivencia que pueden tener otros de la mentira dicha y la necesidad de autenticidad en los vínculos y en la expresión de lo que el niño es.

La madre de Cristina* nos comentaba en una sesión, que la niña solía mentir a sus compañeros en cuanto a sus aficiones (“Me gusta el baloncesto”, “Siempre me apunto a clases de baile”, “Soy excelente nadadora”). A su madre le preocupaba especialmente que la niña “estuviese acostumbrándose a mentir”, ya que a pesar de los castigos que venían tras descubrir cada mentira, la niña continuaba mintiendo. Tras explorar en las mentiras de Cris, fue posible ver su razón oculta: Un intento por conectar y acercarse a sus compañeros “para tener más amigos”. Su madre, tras entender la motivación que encerraba la mentira, le propuso participar en alguna actividad extraescolar de las que había mencionado para “probar” y tener oportunidad de compartir con otros de su misma edad. Además de ello, fue capaz de mostrarle a su hija cómo su intención de hacer amigos a través de sus mentiras surtía el efecto contrario, dado que los demás empezaban a desconfiar de ella. A través de esto, Cristina tuvo una excelente oportunidad para ver las consecuencias de la mentira en la relación con otros, el valor de la confianza y un permiso para ser más auténtica en cuanto a sus gustos y forma de ser.

Christian Schloe
A partir de los 11-12 años la mentira es más compleja, dado que la incursión en el mundo social es más completa, y los niños avanzan en su proceso de afirmación y búsqueda de autonomía. Asimismo, la complejidad de las mentiras aumenta dado el mayor desarrollo de las habilidades cognitivas, por lo que se es capaz de tener en mente la verdad y luego manipularla. En este sentido, la capacidad de “mentir con éxito” implica asimismo mayor capacidad de pensamiento y razonamiento, por lo que es de suma importancia evaluar el contenido de las mentiras que se dan a esta edad y la cantidad de las mismas. En esta etapa, la mentira no es solo reflejo de la capacidad cognitiva del niño, sino también de su mundo emocional y la importancia que concede a los temas de su vida. Así, la mentira esconde significados también complejos acerca de estos temas y, por tanto, requiere un manejo mucho más sensible. Aunque en la mayoría de los casos en estas edades, los padres y educadores se centran en las consecuencias, el principal objetivo ha de ser explorar la relación de lo dicho con el universo emocional del niño y, a partir de ello, responder ante el hecho que envuelve la mentira expresada. Comentamos un ejemplo de un caso derivado de nuestra experiencia en la consulta:

Santiago* es un niño de 12 años que llega traído por sus padres, dadas las reacciones agresivas que presenta frente a ellos en el momento de supervisar los estudios y deberes. Dicen verle irascible, ansioso y malhumorado, y temen que algo desconocido para ellos esté pasando y afectando a su hijo. Los padres, con gran angustia, nos cuentan cómo “pillaron” a Santi mintiendo a su profesora: Este tenía que entregar un trabajo y lo presentó “a medias”. Cuando la profesora lo confrontó, Santi argumentó que “estaba demasiado nervioso para hacerlo por la muerte de su abuelo”. Los padres se sintieron alarmados y horrorizados por esta mentira, ya que no solo el abuelo no había muerto, sino que les sorprendía que Santi no dudara en decir algo como eso para excusar una falta “tan grande” de responsabilidad. Tras varias sesiones con el niño, pudimos indagar en los motivos subyacentes de su mentira: Santi admiraba a su padre como a nadie. La imagen que tenía de sí mismo estaba cohesionada, principalmente, por cómo lo veía su padre y cómo se lo transmitía. Este, un arquitecto con amplísima formación, le daba importancia máxima al tema formativo, académico y escolar. “De un tiempo para acá” el padre –quien empezó a atravesar por duros momentos profesionales- supervisaba y controlaba con mayor minuciosidad y dureza el desempeño de su hijo a nivel escolar. Aunque no era capaz de darse cuenta, el padre de Santi estaba trasmitiendo su ansiedad profesional al funcionamiento escolar del hijo, quien a su vez empezó a sentir desconfianza y rabia hacia sí mismo y sus capacidades. De manera ‘inconsciente’ Santi sentía: “si mi padre, quien todo lo sabe, desconfía de mi capacidad y responsabilidad, por algo será”. Esta sensación, lo hacía, sin saber exactamente a qué se debía,  ‘explotar’ con sus padres y evadir ciertas responsabilidades. Dicho de manera sencilla, la mentira expresaba en este caso algo como lo siguiente: “La única manera que puedo evadir esta responsabilidad que no me siento capaz de afrontar, es que pase algo muy grave, algo como una muerte”. De alguna forma la mentira expresaba varios aspectos importantes del estado emocional del niño en ese momento:

-La sensación de no poder cumplir con la tarea por su ‘falta de capacidad’ percibida (lo que le lleva a abandonarla y no presentarla finalizada, también una metáfora de la imagen de sí mismo en dicho momento),
-La contradicción entre el deseo inconsciente por darle la razón a su admirado padre (“tengo que supervisarte todo porque no me fío de ti”) y su capacidad y responsabilidad real (Santi siempre había sido un estudiante responsable), lo que resuelve “siendo irresponsable y entregando la tarea a medias por una buena razón”,
-La comprensión de la gravedad de su falta (no llevar los deberes), que solo puede excusarse o responderse con algo de ‘gravedad’,
-La internalización de la importancia académica que le transmitía su padre y el deseo de ser como él –sintiendo rabia por “no poder serlo”-,
-La expresión indirecta de la agresión fantaseada a su padre por no confiar en él (era el abuelo paterno el protagonista de la mentira del niño).

Como refleja este caso, la mentira no solo intenta resolver contradicciones del mundo interno del niño, sino que además la raíz de la misma quedaría intacta si su manejo se centrara únicamente en el castigo impuesto al niño por mentir.


El manejo de la mentira por parte de los padres

El desarrollo moral se da en un contexto familiar y social. Aprendemos y hacemos nuestras las normas y reglas que rigen la vida en familia y las que son heredadas y transmitidas por esta. Vivimos en un mundo en donde la vida privada es bastante pública, y en donde, además, escogemos aquello que expresamos y mostramos de nosotros mismos frente a otros en redes sociales y encuentros personales. En este sentido, en muchas ocasiones el “permiso para mentir” se da inconscientemente por parte de los padres y figuras de referencia, quienes manipulan la verdad de cara a una imagen social.

Este punto está poblado de ejemplos cotidianos: La llamada que nos ha incordiado a la hora de la comida y aun así respondemos con “no pasa nada, me pillas bien”, la excusa que damos a un supervisor por llegar tarde, el teléfono que suena y la acotación de “si es X dile que no estoy”… Hay una tendencia general a validar la necesidad de mentir para mantener una imagen o manejar una situación. Es evidente que la manipulación de la verdad es una condición que nos toca a todos, sin embargo lo importante en este punto es poder reflexionar acerca de cómo y cuándo lo hacemos, y el sentido que la mentira tiene para nosotros como adultos. Es necesario poder transmitir al niño una visión honesta de este tipo de situaciones, marcando una distancia entre estos eventos y la comprensión de los mismos como sinónimo de validación y permiso para mentir.

En una sesión, Lina* (7 años) nos comentaba con gran enfado algo que le había ocurrido esa semana: Su compañera M. la había invitado a su cumpleaños, sin embargo ella no quería ir porque M. solía decir cosas “feas” de ella, por lo que “no le caía bien”. Como la madre de Lina y la de M. eran amigas, Lina decidió declinar la invitación de manera cordial diciéndole a su compañera que ese día tenía ‘asuntos familiares’. Ambas madres hablaron por teléfono y la madre de Lina se sorprendió de la respuesta de su hija y la confrontó y reprendió. La niña nos comentaba con gran enfado e incomprensión el castigo que le impuso su madre por tal mentira (“cero postres por tres días”) cuando ella estaba cansada de ver que su madre firmaba “papeles” para ausentarse del trabajo aludiendo la ausencia a ‘asuntos familiares’. Más allá de lo curioso -e incluso gracioso- que nos resultó el ejemplo de Lina, nos dio la oportunidad de observar esos tantos permisos cotidianos que damos, incluso sin saberlo, a los niños para mentir.

La razón de la mentira

Las mentiras no carecen de sentido: Por un lado, aquello que el niño verbaliza en la mentira, habla –paradójicamente- de una verdad; por otro lado, la mentira no se da en ausencia de contexto, tiene una razón de ser.

El primer paso en el manejo de la mentira infantil, tras la consideración de la edad del niño, tiene que ver con explorar y comprender las razones que pueden estar presentes en la misma, es decir, indagar en por qué y para qué se está diciendo la mentira en cuestión. Las razones pueden ser varias: Complacer a quien se miente, evitar un castigo, proteger a alguien o a sí mismo, por evitación de la vergüenza, para mantener una imagen o una relación (si el niño habla o dice la verdad es un ‘delator’ y pierde la amistad del autor del hecho; si el niño calla o miente, se convierte en ‘mentiroso, cómplice o encubridor’, pero protege la relación).

Es imprescindible ir más allá del simple hecho de la mentira e indagar en sus razones, contexto y función. Las razones o matices que envuelven la mentira, nos hablan acerca de la estabilidad y mundo emocional del niño, así como su manejo del sentido ético. Cuando el objetivo de la mentira se centra en el engaño al otro, en la sensación de orgullo frente al juego con respecto al 'engañado' y a la realidad, o a la reafirmación personal a través de dicho engaño, estamos ante una situación en donde la mentira es un síntoma de cuidado al que habría que atender. Asimismo, aquellos casos en donde las mentiras se tornan algo habitual o la forma de comunicación predominante en el niño, será necesario indagar a nivel profesional la dinámica subyacente a las mismas y el estado emocional del niño.

Antes de comprometernos en la ejecución de una consecuencia o castigo (verbal o conductual), es necesario reflexionar acerca del objetivo de la mentira. Esto nos habla de la salud emocional del niño, así como de su vía predominante de resolución de conflictos internos, sus deseos y sus miedos. Uno de los niños que atiende a nuestra consulta, nos comentaba cómo sentía una necesidad imperiosa de mentir a su padre acerca de algo ocurrido en el colegio, no porque él hubiese obrado “mal”, sino por el temor que le suponía la reacción de su padre al escuchar lo ocurrido.
Como apuntaba S. Freud: "Es explicable que los niños mientan, siendo que no hacen sino imitar las mentiras de los adultos. Pero algunas mentiras de niños muy bien educados tienen un significado particular y deberían hacer reflexionar al educador, en vez de enojarlo. Dependen de muy intensos motivos de amor y pueden acarrear fatales consecuencias cuando provocan un malentendido entre el niño y la persona por él amada”.

Los padres son las figuras centrales en el mundo del niño y es precisamente por ello que suelen ser el principal blanco de las mentiras. La mentira está indisolublemente ligada a quien se engaña y por ello nos hablan de las relaciones y vínculos que establecen los niños. Explorar el contexto y el para qué de la mentira puede ser mucho más educativo –incluso si dicha comprensión no se traduce en ningún acto concreto por parte del padre o educador- que una acción o verbalización correctiva en cuanto a la “verdad” y la “mentira”. Toda producción, verbal o conductual, habla de nuestro universo personal, psíquico y relacional. Explorar la razón de la mentira habla asimismo de explorar estos aspectos y da luz, por tanto, de las pautas y el camino a recorrer de cara al desarrollo sano del niño.


La mentira no es una cuestión del todo o nada

Además de todo lo comentado hasta el momento, hay un aspecto que no podemos dejarnos fuera: Lo que tiene que ver con la relatividad de las experiencias personales. Muchas veces al comentar una situación entre varios de los protagonistas, nos encontramos con que todos planteamos datos, sensaciones, énfasis y puntos de vista distintos. En ocasiones dos personas que han presenciado exactamente el mismo hecho, durante el mismo tiempo y en el mismo lugar, parece que han vivido dos eventos totalmente distintos cuando describen y hablan del mismo. Acogemos la experiencia con nuestro propio y único bagaje personal, con nuestras emociones, miedos y deseos. Por ello, a veces resulta difícil discriminar si se trata de una “verdad” o una “mentira” cuándo el niño expresa una situación desde su percepción y vivencia singular. Por esta razón, entre otras, hemos de pararnos un momento a pensar y reflexionar sobre ello antes de actuar ante lo que estamos escuchando.

Andrés* nos comentaba que su amigo Luis le llamó ‘inútil’ mientras hacían un trabajo juntos para la clase de Sociales… Su madre insistía que era una mentira del niño para excusar su reacción agresiva hacia Luis –por la que recibió una amonestación del profesor-. Al sondear en ello, Andrés nos comentó que mientras él hacía esfuerzos por sintetizar sus notas del cuaderno y el contenido del libro para dar respuesta a lo que pedía el profesor, su compañero le dijo “esto que estás haciendo no sirve”. Para Andrés significó que su compañero lo tildara de “inútil”. Más que una mentira se trataba en este caso de la percepción personal del niño en cuanto al comentario de su compañero, la alusión indirecta a un temor personal de Andrés –a ser “inútil”, que despertó en él rabia y tristeza.

Como quizá hemos podido reflejar en nuestros ejemplos, las mentiras infantiles encierran algo más complejo que la mera necesidad de una respuesta correctora por parte de los padres y educadores frente a esta. En muchas ocasiones, la respuesta más sincera y genuina ha de ser la búsqueda de ayuda profesional cuando la situación ha sobrepasado ciertos límites. Aunque pueden ser múltiples los aspectos a considerar en este tema, un buen punto de partida para gestionar las mentiras puede ser el hecho de que podamos evaluar su contenido a la luz de la vivencia, personalidad e individualidad del niño. Es a partir de ello que podemos brindarles a los niños un ambiente en donde puedan ser auténticos y se guíen bajo un sentido ético y moral que les permita resolver las contradicciones que plantea la vida diaria de la forma más sana posible.

*Nombres, edades y otros datos de los ejemplos clínicos que se refieren, han sido cambiados con intención de proteger la identidad de los/as niños/as y sus familias, así como el carácter confidencial de las comunicaciones.

Artículo de Kreadis, con información de:
-Dos mentiras infantiles. Sigmund Freud (1913).
-La mentira infantil: Diagnóstico e Intervención psicopedagógica. Tesis doctoral presentada por Dolores Madrid Vivar para la Universidad de Málaga.
-“Mala fe, identidad y omnipotencia” en Problemas del campo psicoanalítico. Madeleine Baranger.
-Psicopatología del niño. Marcelli, D., De Ajuriaguerra, J. (1996).

domingo, 19 de junio de 2016

El síntoma infantil en el tapiz familiar

Foto: Janine Bergman
Muchos padres acuden a nuestra consulta preocupados por el rendimiento (o comportamiento) de sus hijos a nivel escolar. Algunos de ellos lo ven como un elemento aislado (“es un niño buenísimo, pero está desmotivado y no le va bien en el cole”) otros alcanzan a ver la relación de este elemento con otros factores que pueden estar generando un conflicto en el niño, cuya vía de expresión se refleja en el rendimiento escolar (“va flojo en los estudios y tenemos la sensación de que se debe a algo más que no conseguimos entender…”).

Con frecuencia se nos presenta en la consulta una situación común en la labor de atención a niños y adolescentes relacionada con esta dicotomía: Por un lado, tiene que ver con la necesidad de darle matices a esa idea de muchos padres de que el desempeño escolar está aislado de otros factores (“sólo necesita ayuda para mejorar en los estudios”) y por otro, poder hacer entender que no porque los estudios del niño sean lo más notorio, el conflicto del niño no está relacionado con el contexto que le rodea, incluyendo al familiar (aquello de “todo va normal en casa, el que necesita atención es el niño”).

domingo, 22 de mayo de 2016

Reflexiones acerca de la medicación psiquiátrica en niños

Foto: Zapatillas
"Hay una epidemia de enfermedades mentales creada por los propios fármacos, llevamos 50 años utilizando medicamentos psiquiátricos y, en general, lo que hacen es aumentar la cronicidad de estos trastornos"
R. Whitaker
Hace 50 años, había niños abusones, traviesos, vagos, adolescentes taciturnos, emocionalmente volátiles, pero no se les diagnosticaba de Déficit de Atención, Hiperactividad, Tics, Alexitimia...  la sociedad esperaba que, al hacerse mayores, acabarían convirtiéndose en adultos "más o menos" normales.

El panorama actual es bien distinto. La prescripción de fármacos psiquiátricos a niños y adolescentes es un fenómeno reciente y en preocupante crecimiento, ya que antes de 1980 eran relativamente pocos los jóvenes a los que se medicaba.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Desafío de la autoridad en la adolescencia: Parte II- Poner en movimiento el cambio adaptativo

La conducta de cualquier sujeto no se da en un vacío, sino en un rico y múltiple entramado de relaciones. Una red de apoyo que pueda proporcionar al adolescente un contexto congruente y vínculos sanos, son el mejor factor que asegura la estabilidad emocional de este y su crecimiento sano.

En línea con esto, nos gustaría proponer en las siguientes imágenes algunos puntos que se pueden movilizar desde los distintos sistemas, de manera que se orienten a la comprensión y la búsqueda del cambio real en una situación de desafío a la autoridad.

Desafío de la autoridad en la adolescencia: Parte I- Dinámicas y Cambio

Las crisis son necesarias para la adaptación y crecimiento de la familia como sistema. Los cambios son inevitables, por lo que la familia ha de ser lo suficientemente flexible como para adaptarse sanamente a los cambios sin perder su identidad.

La adolescencia de uno o varios hijos introduce cambios en los límites y roles, así como en el funcionamiento de la familia. El adolescente suele probar los límites como parte del desarrollo de su identidad, frente a lo que muchos padres responden con un manejo poco flexible de la autoridad.

Son múltiples los elementos que pueden estar presentes en este tipo de  situaciones, dado que cada familia plantea una dinámica singular, enraizada a su historia, así como distintos mecanismos para hacer frente a cambios y conflictos. Por ello, sin intención de generalizar, nos gustaría reflejar cómo distintos aspectos pueden descansar de forma más o menos consciente en la dinámica social-familiar-individual, perpetuando el síntoma y alargando el problema.

miércoles, 30 de marzo de 2016

La violencia invisible


Ilustración Christian Schloe
Existe una suerte de “violencia invisible” en los sucesos o emociones en nuestro día a día que pasa inadvertida; la crueldad en lo ínfimo, el daño soterrado, la práctica de «lo malo» que, por cotidiana, sin saberlo, se convierte en aceptable y en hábito incorporado sin apenas conciencia.
Nuestro objetivo con este artículo es desenmascarar este tipo de "mal cotidiano" que sufren algunos niños en nuestra sociedad actual para, en la medida de lo posible, identificarlo y ponerle freno.

lunes, 28 de marzo de 2016

Más allá de la conducta problemática del niño: Principales guías para su comprensión

Los problemas de conducta en los niños -especialmente aquellos que se reflejan en el área educativa- traen a muchos padres a consulta. El primer gran desafío a enfrentar en estos casos, no solo por parte de la familia sino además por parte de los profesionales, tiene que ver con romper las repeticiones y acciones desadaptativas arraigadas en la rutina, para empezar a generar cambios reales en el sistema familiar y, por tanto, en la conducta del niño.

Los cambios genuinos implican necesariamente una comprensión que va más allá de la mera conducta del niño, es necesario prestar atención al contexto en el que ésta se da, a quiénes (y cómo) beneficia, así como quiénes (y cómo) contribuyen a su permanencia.

Nos gustaría ilustrar a partir de un caso* las principales áreas a tener en cuenta en la comprensión del niño más allá de su conducta, de forma que permita acercar a una reflexión a aquellos padres que atraviesan por situaciones similares.


miércoles, 24 de febrero de 2016

Problemas de conducta en la adolescencia: La contención en la intervención

Foto: Agustín Díaz
El debate en relación con los temas de agresión y violencia se reactualiza con gran frecuencia desde el esfuerzo por comprender estos conceptos, de manera que se genere en consecuencia una explicación a las diversas manifestaciones que se les asignan. Los problemas de conducta en adolescentes corresponden a uno de los temas que pueden incluirse en el tópico de la agresión, y es el que pretendemos abordar en la siguiente reflexión desde la óptica de la contención y la intervención integral que puede ofrecerse en estos casos.


domingo, 10 de enero de 2016

Propósitos de nuevo año: El reto de las limitaciones

En estos tiempos se repiten con frecuencia frases como “Todo lo que deseas, lo puedes conseguir”, “No se necesita más que desear algo”; frases que le restan importancia a los matices que impone la realidad y proscriben, de alguna forma, lo negativo que puede yacer en el camino de conseguir un objetivo.
Christian Schloe

El año nuevo trae consigo la revisión de forma retrospectiva de los logros y fallos, así como aquellas metas y objetivos que aún quedan en la mochila personal. Sin duda, es de las fechas más populares para llenar la agenda de frases como las anteriores. El cambio de año, más que tiempo orbital del planeta, remueve y empuja hacia la propia órbita personal, en donde se hace inevitable revisar el pasado y plantear cosas acerca del futuro deseado.

Llenamos la página en blanco de todos aquellos propósitos, como si de una “Carta a los Reyes” se tratase, esta vez conociendo –y desconociendo a momentos- el destinatario. La mayoría son metas y propósitos generales, manidos, impregnados de lo anual (con fecha de caducidad de nuevo orbital). Con lo que año tras año, lista tras lista, se engrosa otra más de propósitos fallidos y frustración personal.