"Pero, en definitiva ¿qué es lo
nuestro? Por ahora, al menos, es una especie de complicidad frente a otros, un
secreto compartido, un pacto unilateral."
- Mario Benedetti
"Cómplice" ha sido la palabra
más buscada durante el año 2017, según Dictionary.com. Es la palabra que ha
representado los eventos más significativos del año, la que más se ha utilizado
en las conversaciones acerca de personajes e instituciones relevantes y
poderosas y, como guinda del pastel, la que ha sido elegida como
nombre del perfume inspirado en Ivanka Trump, al reconocerse ella misma como
"cómplice" del gobierno de su padre.
Según la RAE, la palabra
"cómplice" tiene varias acepciones: la primera de ellas es "que manifiesta o siente solidaridad o
camaradería", la segunda es "participante
o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas", y la tercera
es "persona que, sin ser autora
de un delito o una falta, coopera a su ejecución con actos anteriores o
simultáneos". En todos los casos, la complicidad supone un acuerdo entre
dos o más personas, entre las que es necesario tener un entendimiento entre ambas.
Nos interesa especialmente rescatar el
aspecto relacional que tiene este concepto, por lo que pueda aportar en cuanto
al entramado de acciones, significados y emociones que surgen entre sujetos.
La reacción emocional al escuchar la
palabra “complicidad” tiene esta doble vertiente que tan bien describe la RAE
con sus definiciones. Puede hacernos evocar la parte constructiva o agradable
del término, como por ejemplo recordar a un amigo que nos ayudó con su
complicidad en un momento en el que necesitábamos su apoyo; o bien todo lo
contrario, hacernos sentir malestar al traer a la mente algún momento en el que
el cómplice lo fue para realizar algún acto desviado, de violencia o
conflictivo, como lo es el actual caso de “la manada”, tan presente en las
noticias diarias de estas últimas semanas (“No hay complicidad con La Manada -El caso de la presunta violación de Pamplona demuestra que la sociedad no estátan dispuesta como antes a justificar agresiones sexuales por el comportamientode la víctima”)
Nos gustaría señalar algunas de las
particularidades que evoca este concepto, desde ambos costados en los que se
enmarca su definición, de forma que permita elaborar reflexiones al respecto en
primera persona.
Pasamos a mencionar alguna de las situaciones
que sirven como ejemplo de cómo la “complicidad” puede ser parte de situaciones
y/o comportamientos dañinos, conflictivos o perturbadores de la salud mental, es
decir, desde el costado “negativo” de la misma y en las que puede tener un
papel en el no alineamiento con la norma social:
Complicidad inconsciente
de la mujer en lo referente al machismo: – En ocasiones,
más de las que se cree, se suele actuar con una complicidad inconsciente en lo
que respecta al papel de la mujer frente al machismo. Según Freud se actúa así por
miedo a no ser reconocidas por la figura masculina (el padre en última
instancia). Aunque dicha afirmación de Freud representa un componente
importante a considerar, bien sabemos que la mayoría de situaciones no
responden a “una única causa particular”, por lo que en este sentido consideramos
que también entran en juego diversos factores para que esta situación se presente:
el ambiente, como parte de la cultura en la que hemos crecido, principalmente
dominada por hombres, la estructura familiar en la que hemos sido educadas, el
sistema de creencias o ideologías del ambiente en el que crecemos, expectativas
que la sociedad tiene con respecto al rol de la mujer, discriminación social en
salarios y puestos de trabajo, mensajes publicitarios que inundan nuestro día a
día, educación sexista, leyes discriminatorias, división del trabajo, etc…
Prueba de todo esto lo podemos ver en las muestras recogidas en el proyecto
“Sexismo Cotidiano”, que invitaba a mujeres de todo el mundo a dejar constancia
en una web y en un perfil de twitter (https://twitter.com/SexismoES)
de actitudes que la sociedad ha normalizado. Algunos ejemplos publicados por Yo
Dona:
«Cuando practicas deportes
extremos, las propias mujeres te dicen: 'Es que eres diferente'», actuando como cómplices inconscientes a favor del machismo.
«Estoy viendo la tele. El
mando no funciona y empiezo a desarmarlo. Mi marido me lo quita. 'Deja, deja,
ya lo hago yo'». Y se le permite a través
de la complicidad inconsciente.
«Nadando en la piscina un
día un poco nublado en 'topless'. Un amigo me dice: '¿Pero no tienes frío?'.
'Pues igual que tú, ¿no?', le respondo» Una
respuesta diferente que no se nos suele ocurrir de repente. Aquí estaríamos rompiendo con esta
complicidad inconsciente.
Complicidad familiar ante
situaciones encriptadas: Cada vez nos encontramos con más
casos en donde la consigna familiar parece ser: "las cosas que dan
vergüenza no hay que decirlas". De esta forma se perpetúan los secretos
familiares y se cronifica la enfermedad/patología familiar. En estos casos, la
familia no cumple con la premisa de “regulación social” que identificó Sluzki: la
familia como elemento que recuerda o reafirma responsabilidades y roles,
neutraliza desviaciones, permite disipación de la frustración y de la
violencia, y favorece la resolución de conflictos. En los casos en los que no
existe esta regulación social, como lo son las familias en las que existen
historias de incesto, violencia, consumo de alcohol o drogas, al mantenerse
aisladas y transformarse en un sistema cerrado autoabastecido, se favorecen los
comportamientos desviados al carecer de contacto social nutritivo. En este
sentido, la familia actúa como cómplice y favorece que estos comportamientos
desviados se sigan realizando y se cronifiquen.
Complicidad en situaciones
de bullying: En enero del 2017 nos encontramos con
este titular en El País: "Yo no soy chivato. El acoso escolar solo es
posible gracias a la complicidad del grupo que ríe las gracias o calla
cómplice. Denunciar abusos acarrea todavía el estigma del soplón". Por
desgracia, el día a día en cualquier colegio es que "todos lo saben y
nadie dice nada", "hay demasiadas personas que miran hacia otro
lado", "chivarse es muy valiente, casi nadie se atreve por miedo a
ser acosado". La duda, el miedo y la inseguridad habitan en la mayoría de
los cómplices de acoso. Un cómplice puede callar por miedo, porque quiera evitar
el rechazo del grupo, por mantener su estatus, por poder físico o de fuerza,
por defender o no denunciar a alguien querido, respetado o idealizado… diversas
razones como éstas pueden perpetuar el silencio y hacernos cómplices del
acosador.
En este sentido, Bárbara Coloroso comenta
en su libro “El acosador, el acosado y el no tan inocente espectador”: El matón ya no está actuando solo: los
espectadores se han convertido en un grupo de matones que también denigran el
objetivo. Desde nuestra perspectiva y experiencia terapéutica, el bullying representa una caída del lazo
social que recae tanto en la víctima como en el acosador, al quedar ambos
apresados en la presencia angustiosa de la pérdida y la carencia. Las
consecuencias que provoca el bullying para el acosado son muchas ya que el
sujeto queda expuesto física y emocionalmente ante el maltratador y ante los
espectadores cómplices, llevándole al aislamiento social por miedo a repetir un
trauma similar "generándose consecuencias psicológicas que pueden llevar
en algunos casos al suicidio" (Bustos, 2009).
El papel de las figuras próximas al acosado,
entre ellas familia, educadores, relaciones cercanas y, en este caso,
espectadores cómplices, deberá estar centrado en restituir el lazo social a
través del apoyo, denuncia y compañía que promuevan una experiencia
constructiva y reparadora en la que el acosado sea reconocido en la dimensión
que representa lo social arrebatado. También aquí funciona una suerte de
complicidad, sólo que en este caso se trata de una que permite la construcción
de una red de apoyo que posibilita la superación de una situación de gran
dificultad emocional.
Afortunadamente, muchos profesionales
se han percatado de la importancia del papel que desempeña este espectador silente,
por lo que se han empezado a proporcionar recursos que le permitan romper con
el círculo de complicidad en las situaciones de acoso. De esta forma, la
mayoría de programas que comienzan a implantarse tienen en cuenta este aspecto
en los protocolos de actuación en colegios, que tratan de borrar el estigma del testigo
que da la alarma, así como fomentar el papel activo en no tolerar la violencia
(como por ejemplo, la Fundación Anar).
Desde el costado más instrumental y
positivo de la complicidad, identificamos algunas situaciones que sirven como
ejemplo de cómo ésta puede darse desde la aceptación y desarrollo mental sano
en la sociedad actual.
Complicidad entre hermanos:
Las interacciones recíprocas entre hermanos, son importantes agentes de socialización
en la vida de los niños, particularmente en la infancia. En estas se inscriben los
juegos, conflictos e intercambios sociales, que pueden facilitar oportunidades
para el desarrollo de la confianza y entendimiento mutuo. A través de ellas los
niños aprenden a resolver tareas juntos, organizarse al jugar, seguir ciertas
reglas, mientras que las interacciones complementarias en las que uno cuida o
enseña al otro algo, proveen oportunidades de guía y apoyo. Según Freud, una
multitud de seres humanos no es más que una “masa” hasta que se establecen
lazos entre ellos. La mayoría de las relaciones afectivas son ambivalentes, hay
hostilidad entre los miembros, como puede haberlas en el grupo de hermanos,
pero al sentirse igualmente valorados por parte de la figura a la que se
adjudica el papel de líder, los miembros de la masa pueden tener cierta
complicidad. Los hermanos, que en algún momento sienten rivalidad, se
identifican por su amor hacia el mismo objeto. El grupo de hermanos es un grupo
unido, con sentimiento de pertenencia en el que se da la complicidad. En
palabras de Clara Ortega, "En el
exterior crecemos. Pero no es así para hermanos y hermanas. Nos conocemos como
siempre. Conocemos nuestros corazones. Compartimos nuestras bromas familiares privadas.
Recordamos nuestros secretos familiares, penas y alegrías. Vivimos fuera del
efecto del tiempo".
Complicidad de la madre
para con el hijo: Nos referimos aquí a esa complicidad que
existe entre madre e hijo desde el mismo momento de la concepción y el
nacimiento. Complicidad sana como soporte que permite al niño crecer e irse
separando paulatinamente del vínculo bajo el amparo y la protección de la
madre. Una de las primeras evidencias de
este tipo de complicidad está en la mirada de la madre hacia su bebé. Esa
mirada es el primer espejo en el que el niño empieza a diferenciarse y
reaccionar ante el otro, primeros pasos para la construcción sana del
autoconcepto, autoestima y seguridad. Conforme el niño crece emocionalmente,
empieza a descubrir sus propias necesidades de exploración del entorno y
comienza a desprenderse de la mirada de la madre. A partir de aquí, la
complicidad de la madre será un elemento importante en esta separación, le
brindará seguridad y le apoyará en su desarrollo. Basta un solo ejemplo que
expone Cristina Oleaga (autora en elpsicoanalitico.com) para ilustrar este tipo
de complicidad: Pareja joven con un niño de 4 años que llevan de la mano y van
a subir la escalera de un centro comercial. El niño se suelta y dice "yo
solo". La madre reacciona: "Cuidado, no puedes subir solo, el
vigilante nos va a llamar la atención" El niño sigue caminando. “Bueno”,
dice la madre, “sigue que ahora no te ve, ¡deprisa!”. Hay en esta anécdota un
acto de vulneración de la palabra y de la autoridad, una escena en la que como la
madre no se basta para limitar -y, así, cuidar- apela a la amenaza de
Otro literalmente armado: el vigilante. Desde el mismo lugar de impotencia, la
madre luego se hace cómplice y denigra nuevamente su propia palabra al alentar
la transgresión a condición de que no sea vista. El padre comparte la secuencia
sonriente, lo cual es ya otra intervención cómplice que duplica la maternal.
Complicidad
en la pareja: La complicidad
que se va creando poco a poco en la relación de pareja constituye uno
de los pilares de cara a fortalecer el vínculo y la construcción de una pareja
sana. Los cambios sociales han ido transformando la vida en pareja, fomentando
la despersonalización y el aislamiento del individuo, sobre todo en las grandes
ciudades, lo que genera un vacío que se pretende colmar con el amor romántico.
También se han ido modificando nuestros valores lo que ha propiciado que las
expectativas puestas en la vida en pareja sean desmesuradas, ya que se espera
conseguir satisfacción de forma espontánea, sin que medie el necesario trabajo
y esfuerzo para conseguirlo. También las concepciones más rígidas de familia
han ido cambiando, de forma que la vida en pareja tiene menos limitaciones
sociales, a la vez que son reconocidas nuevas organizaciones y estructuras
familiares. Tal y como afirma Spivacow, aunque estos cambios pueden
“desorientarnos” o dar lugar a la necesidad de nuevas reflexiones en relación
con los mismos, abren paso a su vez a una vida basada en elecciones más auténticas.
Una parte del trabajo psíquico
que exige la vida en pareja es la construcción y remodelación de las
representaciones del objeto que posibilitan el procesamiento de la relación. De
esta manera, la complicidad en la pareja se va generando con el aumento de la
confianza, el compartir, escuchar, no juzgar… es decir, a través de una profunda
compenetración, y la creación de un lenguaje propio que ambos entienden que
llevará, a su vez, a un lenguaje corporal alineado entre ambos. La complicidad
permite afrontar las distintas circunstancias y etapas de la vida en pareja.
Requiere de una buena actitud, deseo de compartir, confianza, alto nivel de
comunicación, a la vez que contempla la capacidad para evitar máscaras y mostrar
vulnerabilidades.
Complicidad del terapeuta
con su paciente: Tal
y como comenta Lacan, en el contexto del trabajo terapéutico también existe una
complicidad abierta a la sorpresa. En un análisis existen dos jugadores con un
interés común: la curación. Sujeto y saber están perfectamente hechos para
entenderse y generar la deseada alianza terapéutica. En este sentido la complicidad
del analista para con el paciente es entendida como regulador de la norma
social imperante. La complicidad debe dejar espacio a una visión objetiva de las
dos partes, permitiendo que dicha complicidad pueda dar paso a la aceptación de
lo indecible y lo incomunicable para una mejor elaboración de las
circunstancias y relaciones significativas, así como para una mejor aceptación
de “los estados subjetivos” y cómo operan en el día a día.
La falsa complicidad con
los demás: Ésta, muchas veces esconde carencias que tenemos y
solemos ser cómplices de los demás con el fin último de obtener el beneficio
secundario que esto nos aporta; también esconde la falta de reconocimiento de
nuestras propias necesidades o deseos, o la capacidad para hacerlos valer.
Esta situación la encontramos con
frecuencia en pacientes a los que les resulta muy fácil generar complicidad con
sus amigos, compañeros de trabajo o familiares, pero tienen serias dificultades
para enfrentar y hacer valer sus propias necesidades.
Dos casos que nos pueden servir de
ejemplo: Paco trabaja en el departamento de marketing de una multinacional. Cada
vez que surge un conflicto entre alguno de sus compañeros y la empresa, de
manera inconsciente, él se erige en defensor de los derechos de su compañero y
actúa como portavoz del mismo, sin darse cuenta de que este impulso en realidad es el reflejo de su incapacidad
de denunciar sus propias quejas. A través de la denuncia de la situación de su
compañero está reclamando y denunciando sus insatisfacciones con la compañía, quejas
que no se atreve a plantear directamente en primera persona. La complicidad con
sus compañeros está enmascarando la falta de “complicidad” consigo mismo.
Un segundo ejemplo: La familia de
Carmen acostumbra a comprar los regalos de manera grupal. Sin embargo, cada vez
que hay que comprar un regalo a un miembro de la familia, ella es la que acaba
haciéndolo "porque nadie lo hace nunca y si no lo hace ella, se quedarían
sin regalo". Incluso en el cumpleaños de Carmen, es ella quien se compra
su propio regalo, "cuando serían ellos los que lo tendrían que
hacer". Aún apareciendo como “la buena” y la cómplice familiar en estos
aspectos, lo que Carmen inconscientemente quiere decirle a toda la familia es
"si lo hago yo con los demás, quiero que los demás lo hagáis también
conmigo". El problema es que ni lo denuncia, ni les da espacio para que
esto pueda ocurrir, no vaya a ser que se les olvide y el chasco que se llevaría
sería aún peor, porque esto le estaría diciendo que "no la quieren". En
este caso, Carmen es cómplice de una dinámica familiar que, a pesar de
rechazarla y denunciarla en su espacio íntimo, permite que siga ocurriendo. Sin
embargo, la necesidad de rescatar su valor y rol dentro de la familia, la lleva
a alinearse con dicha dinámica con la que no se siente cómoda, impidiendo, a su
vez, que sus familiares puedan demostrarle su cariño o asumir sus roles de
manera activa y constructiva a través del gesto que supone la compra de su
regalo.
Como apunte final, rescatamos la
reflexión de R. Aldana: "La complicidad permite aceptar sin exigencias ni
hiperapegos, sin necesidad de cambiar nuestra esencia ni de complacer
necesidades infantiles o extremas. Es entonces cuando se construyen
vibraciones que se complementan a la perfección, de la misma manera que un
secreto compartido le guiña el ojo a la incondicionalidad del alma."
Fuentes:
-
FREUD,
S. (1921). Psicología de las Masas y Análisis del Yo. O.C. Tomo XVIII. Buenos
Aires: Amorrortu, 2008.
-
Raúl
Páramo Ortega - El psicoanálisis y lo social: ensayos transversales (2006)
-
J.Lacan
- Clase 16 - 19.05.1965 - Biblioteca J. Lacan (http://www.psicoanalisis.org/lacan/12/16.htm)
-
Nelson
Días "La complicidad: pretensión de completud" (2011)
-
Sluzki:
La Red Social: Fronteras de la práctica sistémica" (1996)
-
B.
Coloroso - El acosador, el acosado y el no tan inocente espectador (The Bully,
the Bullied, and the Bystander - 2009)
-
P.
Álvarez - A. Carbajosa. Yo no soy chivato - El país - 21.07.2017
-
C.A.
Reyes Lozano - Psique: breve reflexión psicoanalítica acerca del bullying
(1986) - Universidad Nacional Andrés Bello, Chile.
-
M.A.
Spivacow - La pareja en conflicto: aportes psicoanalíticos. Buenos Aires:
Paidós, 2011.
-
R.
Aldana - Existe algo mejor que un amor: una complicidad (2016). La mente es
maravillosa.