El embarazo es un momento de
mucha complejidad, dados los cambios que se producen en distintos niveles en la
vivencia de la mujer (físicos, psicológicos, en la pareja…). Aunque se le suele
otorgar mucha importancia a los cambios físicos y temas del cuidado en cuanto a
alimentación y hábitos para el desarrollo sano del feto, son muy pocos los
escritos que se dirigen a informar y orientar en cuanto al plano emocional y
psicológico de la futura madre.
Autores como Stern, llaman la
atención sobre el tema de la maternidad como una “asignatura pendiente” para la
sociedad en general. Muchas sensaciones que son experimentadas por las
embarazadas y las madres recientes son consideradas un tabú por la sociedad (incluyendo,
por ejemplo, la depresión post-parto). Es una cuestión muy reciente el hecho de
empezar a incorporar en la sanidad y en programas de orientación los aspectos
que se vivencian en esta íntima experiencia psicológica, ya que los esfuerzos
han estado orientados a aspectos más estructurales, como aquellos que informan sobre los cambios físicos o fisiológicos que se experimentan y lo que debe ser el cuidado de la madre de cara al desarrollo sano del feto.
El mundo interno de aquella que
será madre resulta en muchas ocasiones tan complejo que cuesta poner en
palabras las vivencias que se experimentan. Cada vez son más aquellas madres
-sobre todo las primerizas- que valiéndose de la difusión que permiten las
redes sociales intentan compartir y expresar el universo de vivencias y
emociones que inundan ‘la dulce espera’ y el primer contacto con el bebé.
Es por ello por lo que nos
animamos a compartir algunas reflexiones que se hacen desde el plano
psicológico acerca de las fantasías y el mundo emocional durante el embarazo,
así como la experiencia interna y los cambios a los que va haciendo frente la
madre, en la medida en la que ésta va construyendo su identidad materna.
Lo cultural en la maternidad y el embarazo
Desde distintas concepciones
culturales y religiosas, se idealiza la maternidad y se la equipara con la
feminidad. Sin embargo, la maternidad va más allá de la mera reproducción encajada
en el orden ‘natural’ o biológico, y representa una experiencia humana en
donde, en palabras de Glocer, se entretejen planos diversos y complejos: el
amor, el deseo y la creatividad. Aunque hay un soporte biológico y corporal, la
maternidad se construye a través de significados que dan lugar a la experiencia
maternal y que son muy variados e íntimos de acuerdo con la mujer que lo
vivencia, siempre enmarcados en su historia.
Resulta necesario dotar al
concepto de embarazo de una visión compleja e integral, verlo como un fenómeno que
no deja de tener características diversas según la cultura en la que se
inscribe, así como diferentes presentaciones y vivencias en las mujeres, que va
más allá del pensamiento colectivo que idealiza esta etapa, dificultando la
posibilidad de que las mujeres puedan expresar sus sentimientos ambivalentes
ante la espera del bebé. En este sentido, Glocer apunta que muchos aspectos de
la vivencia emocional de la mujer son reemplazados por la idea cultural de
maternidad, idealizando la misma y anulando la posibilidad de que sean
expresadas las contradicciones y ambivalencias que muchas veces esta experiencia
trae consigo.
Asimismo, lo cultural tiene
implicaciones que llevan a la búsqueda -consciente o no- del embarazo. Desde
pequeñas se prepara a las niñas ante la maternidad futura, preparación que va
desde los juegos y canciones infantiles, el cuidado que proveen a sus hermanos
y hermanas, hasta las tareas que se realizan en casa. Aunque esta es una
cuestión en la que la época actual ha impreso y exigido cambios, sigue siendo
lo más frecuente en el imaginario cultural.
La sociedad sigue dictando
‘normas implícitas’ acerca de las sensaciones que de alguna manera están
permitidas por parte de la mujer durante el embarazo y hacia su futuro hijo, lo
que se fundamenta en un costado principalmente biológico: su capacidad para
gestar, parir y cuidar. Una mirada más profunda y genuina nos muestra que en la
maternidad subyacen sensaciones muy variadas, sentimientos de ambivalencia,
preocupaciones, fantasías y síntomas que dan cuenta de todo ello y resultan
tremendamente particulares. Cuando escalamos desde el plano biológico al
psicológico, vemos que la vivencia del embarazo resulta ser una experiencia
particular en cada una de las mujeres que lo vivencia, además de despertar
conflictos internos personales que han de tener el espacio para ser expresados
más allá del mandato cultural.
En este sentido, tal y como
apunta M. Langer, los problemas de la maternidad se sitúan en un cruce de
caminos entre las determinaciones biológicas y los patrones culturales, entre
la familia y la sociedad, la “felicidad” íntima y las obligaciones colectivas,
el mundo privado y la escena pública. Como comenta la autora, esta cuestión se
ve claramente ejemplificada en el caso de la mujer profesional, en donde se
suele atribuir un conflicto entre el ejercicio exitoso de una profesión, al
desempeño eficaz y satisfactorio de las funciones maternas. Esta contradicción,
a pesar del cambio ideológico actual, la lucha feminista y los avances en el terreno
de la igualdad, siguen representando un desfase entre la libertad de la
experiencia de embarazo y maternidad individual y genuina, y los ideales,
actitudes y valores que culturalmente se les adjudican a estas experiencias.
El mundo emocional de la mujer durante el embarazo
Stern apunta que la madre nace
psicológicamente en tanto en cuanto su bebé lo hace físicamente. Sin embargo, esto sucede mucho antes, ya que durante el embarazo empieza a conformarse una nueva identidad,
apoyada en una experiencia incomparable a nivel físico y emocional que afecta
todas las facetas de la mujer, tanto intra como intersubjetivamente.
Egon Schiele |
Además de preparar el contexto real para la llegada del bebé, la mujer
empieza a construir un espacio para éste en su mente, en su discurso y en sus
fantasías. Asimismo, surgen interrogantes en cuanto a su nuevo rol y pueden
surgir preocupaciones relacionadas con la toma de conciencia de la
responsabilidad de garantizar la supervivencia del bebé, así como su posterior
desarrollo, lo que irá dotando -en la medida en la que se gestionen estas
emociones- de un sentimiento de valía materno fundamental.
Los primeros meses constituyen
entonces, un terreno emocional de ensayo y preparación. La mujer imagina,
sueña, teme y crea fantasías alrededor de la identidad de su futuro bebé, así
como de la propia y la del padre. En muchas ocasiones, la percepción en cuanto
a la pareja cambia, de manera que la mujer embarazada empieza a interesarse más
por la identidad paterna de su pareja.
Se forman escenarios imaginarios
con personajes imaginarios (bebé imaginado, yo-madre imaginada, pareja-padre
imaginado, padres-abuelos imaginados), fantasías todas ellas relacionadas
estrechamente con su historia, valores, miedos internos y mitos familiares.
Así, en palabras de Stern, “cada madre construye en su mente el bebé que desea,
sueña y teme tener” … y todo este ensayo imaginario de preparación será vital
para la aparición de la identidad materna.
Alrededor del tercer mes de
embarazo, cuando la viabilidad del embarazo y la salud del feto están, por lo
general, garantizadas, se abre un proceso imaginativo mucho más productivo. La
experiencia real del feto y las sensaciones que se perciben van dando cuerpo al
bebé imaginario y dotándole de un retrato y movimiento.
Durante el embarazo resurgen
fantasías previamente reprimidas en torno a la identificación con el propio
bebé y la propia vida fetal. Es indispensable que la madre cree una posición
adaptativa entre su mundo interno y el mundo externo para que pueda facilitarle
la adaptación a su hijo.
Así, la mujer pasa de ser hija a
ser madre, con las correspondientes emociones contradictorias entre la pérdida
de una etapa que deja atrás, y la nueva etapa que empezará. Muchas veces se incrementa
el interés por otras mujeres que son o serán madres, como una forma de búsqueda
de identificaciones y reconocimiento. Suele surgir un interés renovado por la
maternidad de la propia madre, y algunos autores sugieren la aparición de
nuevos triángulos que sostienen la formación de la identidad materna: además
del triángulo padre-madre-bebé, se encontraría el de madre(abuela)-madre-bebé.
En este sentido, Stern apunta que
el vínculo de apego comienza a formarse durante el embarazo, y describe tres
patrones genéricos diferentes de relación, que se relacionan a su vez con la
historia familiar de la mujer:
-Un patrón de apego superficial, en el que la futura madre pone cierta
distancia en su experiencia de maternidad. Puede estar más o menos implicada en
su embarazo, pero no se enfrenta directamente con lo que la maternidad implica. El panorama de
sus relaciones familiares es visto desde la distancia y no se le otorga mucha
importancia.
-El patrón de apego implicado, que define a una madre muy implicada en
su maternidad basándose en sus relaciones primarias y apoyándose muy
concretamente en identificaciones con su madre.
-El patrón de apego autónomo, refleja a una mujer que se implica en la
relación con su hijo a la vez que piensa en su propia relación con su madre,
pero pone cierta distancia emocional como madre y como hija.
En este sentido, las fantasías de
la madre acerca de cómo será el bebé y su propia identidad materna, también pueden
llegar a impregnarse de aquellas necesidades de la madre, convirtiéndose en ‘fantasmas’
que acompañan la relación con su hijo. Por ejemplo, madres que buscan en el
bebé el amor incondicional que no han sentido en su relación como hijas, bebés
que vienen a ocupar el lugar de otro ausente o que buscan dotar de un
sentimiento vital a la madre. Dichos fantasmas no sólo pueden provenir del
espacio emocional materno, sino a su vez, de los contextos familiar y de
pareja.
Lo familiar se filtra en las
fantasías de maternidad a través de la vivencia de la madre como hija, los
legados familiares y cómo se definen los roles de parentalidad a modo de
‘tratados familiares’. Estos procesos de expectativas y atribuciones se
amplían a la familia extensa, y generan una fantasía e imagen colectiva del
bebé, así como una idea de qué tipo de madre se desea ser.
Es importante que la mujer
embarazada pueda permitirse hacerse preguntas en cuanto a su propia identidad
como hija para dar pie a descubrir su manera personal de ver y ejercer la
maternidad. Aunque las imágenes e historias familiares estén muy presentes (la
imagen real e imaginaria de la propia madre; la de otras figuras maternas como
abuelas, tías; o reglas, normas, vías de expresión del afecto en la historia de
la familia…), la madre ha de tener un espacio de reflexión que le permita ir
construyendo una identidad materna única y propia, así como una imagen también
única y propia de su bebé. Bien es cierto que este espacio de fantasía se irá consolidando con la experiencia real una vez nacido el bebé.
Durante el embarazo la futura
madre irá construyendo paulatinamente una historia que conformará el relato vital
del bebé, así como su propia imagen como madre, que le ha de permitir en un
futuro marcar un rol organizador para el niño en su propio proceso de
subjetivación y crecimiento.
La reflexión sobre estas
cuestiones permite no solo ser conscientes del proceso emocional y mental que
atraviesa la futura madre, sino también de aquellas cargas que dan forma al
bebé imaginado, de manera que tanto madre como hijo puedan establecer una
identidad genuina y propia ante el paso a la realidad.
Aunque el mundo emocional y las
fantasías que rodean el embarazo son mucho más complejas que las reflexiones
generales aquí rescatadas, es importante que progresivamente se pueda abrir
paso a una comprensión de los aspectos psicológicos del embarazo tan amplia y
comprehensiva como la que se ha conseguido en cuanto al mismo en el plano
médico o físico. Poder transmitir la información y orientación pertinentes en
cuanto a los cambios y procesos intra e intersubjetivos que se dan en esta
etapa, puede posibilitar un equilibrio bio-psico-social tan necesario en esta
vivencia. Este tiene una importancia fundamental de cara a la salud emocional de
la madre y el bebé, y brinda la posibilidad de abordar de manera sana los eventos
que se sucederán en esta etapa y en las siguientes.
Artículo de Kreadis con información de:
-Hugo Vezzetti. Marie
Langer: Psicoanálisis de la maternidad.
-María Magdalena Lujambio. Embarazo y maternidad: Una aproximación desde el psicoanálisis.
-Alma Pichardo y Claudio Góngora. Abordaje psicoanalítico del primer embarazo.
-Maylis Del Castillo en Aperturas Psicoanalíticas. Revisión“El nacimiento de una madre: Cómo la experiencia de la maternidad cambia la vida para siempre” por Stern, D. y cols.
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