jueves, 16 de noviembre de 2017

Reflexiones sobre el sarcasmo, la ironía y el humor

La opinión general en cuanto al uso del sarcasmo, la ironía y el humor suele estar cargada de sensaciones e ideas contrapuestas. Por un lado, se suele pensar que el uso de este tipo de recursos denota una gran agilidad mental y creatividad considerándolos un rasgo de ingenio y sentido del humor. Por otra parte, al menos en lo que respecta al sarcasmo y a la ironía, también pueden ser vistos como recursos que denotan cierta tendencia despreciativa ante otros, prepotencia, individualismo, narcisismo, o formas taimadas y particulares de atacar verbalmente, creando la confusión de si se trata realmente de un ataque velado o de una broma.
Ya históricamente se veía el humor como un elemento que albergaba una especie de operación defensiva contra las posibilidades de sufrimiento, entendido este último como todo aquello que comprendían las emociones que hasta hace poco eran consideradas “negativas”. Más allá de las concepciones más profundas en cuanto a este tema, bien es cierto que los tiempos actuales, en donde se insiste en una supresión de lo negativo, requieren de un esfuerzo necesario y conveniente que proponga una reflexión que nos guíe en cuanto a los límites e implicaciones sobre el uso de estos tres recursos en nuestras interacciones y comunicaciones.
En este sentido, Freud apuntaba que "el chiste guarda una especial relación con lo inconsciente, con “la verdad”. En el humor, sin embargo, no parece haber manipulación del significante, que puede o no estar, y usualmente no acaba en risa franca, el lazo con el otro rara vez se sostiene: solo se ríe el que dice y el otro queda más bien inhibido, cuando no angustiado".
Para el propio Freud el humor, a diferencia del chiste, tiene algo de grandioso y patético. Encuentra en lo cómico un tratamiento de los afectos particularmente emancipador y enaltecedor. Lo cómico trata, en el sentido fuerte del término, especialmente sobre la muerte y la sexualidad, y así nuestra lengua le destina dos colores: humor negro para la muerte y chistes verdes para la sexualidad.
El chiste adopta su condición de medio-decir, dice una verdad metafóricamente de forma que la verdad en juego pierde algo de la clandestinidad a la que la somete el discurso. Mientras en el chiste se trata del otro, en el humor se trata de lo que alguien puede decir en el borde de una ruptura del lazo social; ver lo trágico desde lo cómico. Freud pone el ejemplo del condenado a muerte que camino al cadalso un lunes dice: "Empieza bien la semana". De esta forma, el humor es una forma del acto de de decir, permite hacer más liviana la existencia, aunque no por eso sea menos problemática.
En el humor, el deseo de placer no es sustraído de la realidad, sino que lo es del yo (instancia encargada de desarrollar mecanismos que permitan obtener el mayor placer posible dentro de los marcos que la realidad permita) y trasladada al superyó (instancia moral, enjuiciadora de la actividad del yo que constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales y sociales). Si considerásemos la resignación como lo opuesto al humor, podríamos entender la resignación como una cierta renuncia al deseo, mientras que a través del humor aparece una forma del acto de decir del mismo.
Freud compara la elaboración del chiste con la de los sueños, pues satisfacen tanto las exigencias de la consecución de placer como las de la crítica comprensiva, quedando el chiste reconocido como un factor de poder psíquico: los grandes instintos y tendencias de la vida anímica lo toman a su servicio para alcanzar sus fines.
Considera que se trata de un importante carácter del pensamiento inconsciente: la carencia de un proceso comparable al de «juzgar». En lugar del juicio encontramos en lo inconsciente la «represión», que podemos considerar como el grado intermedio entre un reflejo de defensa y un juicio condenatorio.
A través del chiste se permite que la carga psíquica de los pensamientos preconscientes sea atraída a lo inconsciente. La carga psíquica inconsciente ofrece las condiciones más favorables para la elección de expresión verbal.
Al contrario que los sueños que son asociales, ya que no pretenden comunicar nada a nadie y evitan ser comprendidos al encontrarse encubiertos en su disfraz, el chiste es la más social de todas las funciones anímicas encaminadas a la consecución de placer, además de incorporar al otro.
La parte realista de la utilización de la comicidad como comenta Kant es el no podernos engañar más que por un instante.
La función subjetiva de este tipo de recursos da cuenta de una singularidad de la persona que los utiliza y su análisis puede resultar durante un proceso terapéutico.
La utilización del sarcasmo, la ironía y el humor habilitan en la persona la posibilidad de invertir por momentos su posición de objeto haciendo uso de cierta ironización. Esto permite tomar una distancia mínima, una separación a la que el sujeto no puede acceder de otra forma, o le resulta difícil acceder a ello de manera racional y directa.
En este tipo de situaciones el Yo se muestra como si los traumas del mundo no le pudieran tocar y que además, en ocasiones, puede obtener de ellos una ganancia de placer. En el humor habría un triunfo del yo y del principio de placer, capaz de afirmarse a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales. Se utiliza en un intento de tomar distancia de esa realidad acusadora, de la mirada intrusiva del otro. Gracias a estos recursos, se puede desprender, temporalmente, de su realidad, ubicándose como agente de la risa y no ya como objeto pasivo de la burla del otro. Un ejemplo que ilustra estos temas puede ser el de una modista que, tras un cambio de residencia, retoma sus tareas profesionales en el nuevo lugar en el que vive, sin contar con las referencias en cuanto a su trabajo de las que tanto se apoyaba para encontrar clientes en su antigua ciudad. Tras varios comentarios de distintos compradores nuevos en cuanto a lo alto que consideran sus precios, ésta decide ajustarlos sin mucho convencimiento, esperando así poder conseguir algo de fidelidad y fluencia en su clientela. Una mujer entra en la tienda, mirando los precios expuestos en el tablón, y le pide a la modista arreglar el bajo de un vestido, preguntándole a ésta “¿Son 15 euros, o es menos?”, a lo que la modista responde con tono algo jocoso “Bueno mujer, menos sería que te pagara yo por hacértelo”. Este comentario a modo de sarcasmo, le permite a la modista por un lado, reafirmarse frente a una circunstancia displacentera; y por otro, expresar sus sentimientos de rabia y frustración a través de un comentario velado, el cual deja un espacio para que su interlocutora dude de si ha de interpretarlo como una agresión gracias a la cuota de humor que se introduce en éste.
En la ironía y el sarcasmo parece darse a entender lo contrario de lo que se dice, se intenta "disimular que se sabe algo" o "fingir que se ignora algo". Se trata de estrategias discursivas conscientes, que testimonian una forma particular de distanciamiento. El “irónico” crea una situación de comunicación ficticia, superpuesta a la real, en la que la ficción es utilizada para desatar la lengua del antagonista. De esta forma se hace portavoz del discurso supuesto del Otro, sin introducir indicadores de su propia posición subjetiva en relación a con su enunciado. Se trataría de una relación de desprendimiento, de no-creencia, de manera que lo que se pretende decir no es dicho sino mostrado usando las posibilidades de figuración que posibilita el acto de la palabra. De esta forma, el irónico expone su relación subjetiva de desconfianza respecto de la palabra que implica un distanciamiento del discurso.
En vista de lo anterior, parece que las personas que utilizan estos recursos pueden estar buscando poner a su interlocutor en evidencia de algo, atacarle de manera sutil sin que parezca una ofensa directa, o esconder a través de ellos sus propias carencias.
Bernardo Stamateas comenta al respecto que tanto la ironía como el sarcasmo son recursos habituales en los perfiles de personas tóxicas, y nosotras puntualizaríamos que es posible que bajo esto se escondan aspectos como la falta de seguridad, una baja autoestima, el tener dificultades con el afrontamiento de ciertas situaciones que, gracias a exponerse a través de estos recursos, se pueden utilizar con fines catárticos o como vía de comunicación omnipotente e indirecta.
También se han encontrado beneficios psicológicos y organizacionales del sarcasmo en una reciente investigación realizada por las Escuelas de Negocios de Harvard, Columbia, e INSEAD.
Las personas que lo utilizan necesitan superar la contradicción entre el significado literal y el real de las expresiones sarcásticas, de manera que se promueve el pensamiento creativo. Además de demostrar el efecto causal de creatividad que surge de expresiones sarcásticas, también se ha demostrado por primera vez que existen beneficios cognitivos para los receptores del sarcasmo y que los mayores beneficios se obtienen cuando este recurso es utilizado entre personas que se tienen confianza entre sí.
Las personas que exteriorizan comentarios sarcásticos, al igual que las que los reciben, mostraron ser tres veces más creativas que el grupo control de este estudio. El sarcasmo puede estimular la creatividad, la generación de ideas, soluciones, ideas o problemas que son nuevos y útiles, y canalizar una forma superior del pensamiento.
A la vista de estos resultados, los investigadores de estas tres escuelas de negocio proponen una visión renovada sobre el sarcasmo y consideran que sería importante profundizar en su investigación para entender mejor cómo el tono del sarcasmo podría afectar la comunicación en las relaciones, así como en los procesos cognitivos de los individuos.
En este sentido, sería interesante considerar una reflexión -un tanto pedagógica- que mueva a las personas a detectar los contextos en los que se valen tanto del sarcasmo, como de la ironía y el humor, así como el ambiente emocional del cual parte dicha necesidad, sea en el contexto laboral o personal, de forma que tanto aquel que hace uso de dichos recursos como su interlocutor, puedan beneficiarse creativamente del uso constructivo de los mismos.

Fuentes:

  • Laje, Matías. “El humor no es chiste: usos clínicos de un decir que no desanuda tragedia y comedia”. Desde el Jardín de Freud 17 (2017): 43-49, doi: 10.15446/djf.n17.65513
  • Freud, S. "XXV El chiste y su relación con lo inconsciente - 1905.
  • Sabater, V. "Artesanos de la ironía y el sarcasmo (personalidades tóxicas) - 2015.
  • Casteli, V., Naveiro, S., Lorenzi, M. De Bat, J. "El humor, la ironía, lo cómico, el chiste: propuesta de lectura de un detalle clñinico". 2006
  • Fernanda, M. "Los beneficios psicológicos del sarcasmo". 2015














domingo, 12 de noviembre de 2017

Rescatando el mundo emocional de la mujer durante el embarazo

El embarazo es un momento de mucha complejidad, dados los cambios que se producen en distintos niveles en la vivencia de la mujer (físicos, psicológicos, en la pareja…). Aunque se le suele otorgar mucha importancia a los cambios físicos y temas del cuidado en cuanto a alimentación y hábitos para el desarrollo sano del feto, son muy pocos los escritos que se dirigen a informar y orientar en cuanto al plano emocional y psicológico de la futura madre.

Autores como Stern, llaman la atención sobre el tema de la maternidad como una “asignatura pendiente” para la sociedad en general. Muchas sensaciones que son experimentadas por las embarazadas y las madres recientes son consideradas un tabú por la sociedad (incluyendo, por ejemplo, la depresión post-parto). Es una cuestión muy reciente el hecho de empezar a incorporar en la sanidad y en programas de orientación los aspectos que se vivencian en esta íntima experiencia psicológica, ya que los esfuerzos han estado orientados a aspectos más estructurales, como aquellos que informan sobre los cambios físicos o fisiológicos que se experimentan y lo que debe ser el cuidado de la madre de cara al desarrollo sano del feto.

El mundo interno de aquella que será madre resulta en muchas ocasiones tan complejo que cuesta poner en palabras las vivencias que se experimentan. Cada vez son más aquellas madres -sobre todo las primerizas- que valiéndose de la difusión que permiten las redes sociales intentan compartir y expresar el universo de vivencias y emociones que inundan ‘la dulce espera’ y el primer contacto con el bebé.

Es por ello por lo que nos animamos a compartir algunas reflexiones que se hacen desde el plano psicológico acerca de las fantasías y el mundo emocional durante el embarazo, así como la experiencia interna y los cambios a los que va haciendo frente la madre, en la medida en la que ésta va construyendo su identidad materna.

Lo cultural en la maternidad y el embarazo

Desde distintas concepciones culturales y religiosas, se idealiza la maternidad y se la equipara con la feminidad. Sin embargo, la maternidad va más allá de la mera reproducción encajada en el orden ‘natural’ o biológico, y representa una experiencia humana en donde, en palabras de Glocer, se entretejen planos diversos y complejos: el amor, el deseo y la creatividad. Aunque hay un soporte biológico y corporal, la maternidad se construye a través de significados que dan lugar a la experiencia maternal y que son muy variados e íntimos de acuerdo con la mujer que lo vivencia, siempre enmarcados en su historia.

Resulta necesario dotar al concepto de embarazo de una visión compleja e integral, verlo como un fenómeno que no deja de tener características diversas según la cultura en la que se inscribe, así como diferentes presentaciones y vivencias en las mujeres, que va más allá del pensamiento colectivo que idealiza esta etapa, dificultando la posibilidad de que las mujeres puedan expresar sus sentimientos ambivalentes ante la espera del bebé. En este sentido, Glocer apunta que muchos aspectos de la vivencia emocional de la mujer son reemplazados por la idea cultural de maternidad, idealizando la misma y anulando la posibilidad de que sean expresadas las contradicciones y ambivalencias que muchas veces esta experiencia trae consigo.


Asimismo, lo cultural tiene implicaciones que llevan a la búsqueda -consciente o no- del embarazo. Desde pequeñas se prepara a las niñas ante la maternidad futura, preparación que va desde los juegos y canciones infantiles, el cuidado que proveen a sus hermanos y hermanas, hasta las tareas que se realizan en casa. Aunque esta es una cuestión en la que la época actual ha impreso y exigido cambios, sigue siendo lo más frecuente en el imaginario cultural.

La sociedad sigue dictando ‘normas implícitas’ acerca de las sensaciones que de alguna manera están permitidas por parte de la mujer durante el embarazo y hacia su futuro hijo, lo que se fundamenta en un costado principalmente biológico: su capacidad para gestar, parir y cuidar. Una mirada más profunda y genuina nos muestra que en la maternidad subyacen sensaciones muy variadas, sentimientos de ambivalencia, preocupaciones, fantasías y síntomas que dan cuenta de todo ello y resultan tremendamente particulares. Cuando escalamos desde el plano biológico al psicológico, vemos que la vivencia del embarazo resulta ser una experiencia particular en cada una de las mujeres que lo vivencia, además de despertar conflictos internos personales que han de tener el espacio para ser expresados más allá del mandato cultural.

En este sentido, tal y como apunta M. Langer, los problemas de la maternidad se sitúan en un cruce de caminos entre las determinaciones biológicas y los patrones culturales, entre la familia y la sociedad, la “felicidad” íntima y las obligaciones colectivas, el mundo privado y la escena pública. Como comenta la autora, esta cuestión se ve claramente ejemplificada en el caso de la mujer profesional, en donde se suele atribuir un conflicto entre el ejercicio exitoso de una profesión, al desempeño eficaz y satisfactorio de las funciones maternas. Esta contradicción, a pesar del cambio ideológico actual, la lucha feminista y los avances en el terreno de la igualdad, siguen representando un desfase entre la libertad de la experiencia de embarazo y maternidad individual y genuina, y los ideales, actitudes y valores que culturalmente se les adjudican a estas experiencias.

El mundo emocional de la mujer durante el embarazo

Stern apunta que la madre nace psicológicamente en tanto en cuanto su bebé lo hace físicamente. Sin embargo, esto sucede mucho antes, ya que durante el embarazo empieza a conformarse una nueva identidad, apoyada en una experiencia incomparable a nivel físico y emocional que afecta todas las facetas de la mujer, tanto intra como intersubjetivamente.

Egon Schiele
Además de preparar el contexto real para la llegada del bebé, la mujer empieza a construir un espacio para éste en su mente, en su discurso y en sus fantasías. Asimismo, surgen interrogantes en cuanto a su nuevo rol y pueden surgir preocupaciones relacionadas con la toma de conciencia de la responsabilidad de garantizar la supervivencia del bebé, así como su posterior desarrollo, lo que irá dotando -en la medida en la que se gestionen estas emociones- de un sentimiento de valía materno fundamental.

Los primeros meses constituyen entonces, un terreno emocional de ensayo y preparación. La mujer imagina, sueña, teme y crea fantasías alrededor de la identidad de su futuro bebé, así como de la propia y la del padre. En muchas ocasiones, la percepción en cuanto a la pareja cambia, de manera que la mujer embarazada empieza a interesarse más por la identidad paterna de su pareja.

Se forman escenarios imaginarios con personajes imaginarios (bebé imaginado, yo-madre imaginada, pareja-padre imaginado, padres-abuelos imaginados), fantasías todas ellas relacionadas estrechamente con su historia, valores, miedos internos y mitos familiares. Así, en palabras de Stern, “cada madre construye en su mente el bebé que desea, sueña y teme tener” … y todo este ensayo imaginario de preparación será vital para la aparición de la identidad materna.

Alrededor del tercer mes de embarazo, cuando la viabilidad del embarazo y la salud del feto están, por lo general, garantizadas, se abre un proceso imaginativo mucho más productivo. La experiencia real del feto y las sensaciones que se perciben van dando cuerpo al bebé imaginario y dotándole de un retrato y movimiento.

Durante el embarazo resurgen fantasías previamente reprimidas en torno a la identificación con el propio bebé y la propia vida fetal. Es indispensable que la madre cree una posición adaptativa entre su mundo interno y el mundo externo para que pueda facilitarle la adaptación a su hijo.

Así, la mujer pasa de ser hija a ser madre, con las correspondientes emociones contradictorias entre la pérdida de una etapa que deja atrás, y la nueva etapa que empezará. Muchas veces se incrementa el interés por otras mujeres que son o serán madres, como una forma de búsqueda de identificaciones y reconocimiento. Suele surgir un interés renovado por la maternidad de la propia madre, y algunos autores sugieren la aparición de nuevos triángulos que sostienen la formación de la identidad materna: además del triángulo padre-madre-bebé, se encontraría el de madre(abuela)-madre-bebé.

En este sentido, Stern apunta que el vínculo de apego comienza a formarse durante el embarazo, y describe tres patrones genéricos diferentes de relación, que se relacionan a su vez con la historia familiar de la mujer:

-Un patrón de apego superficial, en el que la futura madre pone cierta distancia en su experiencia de maternidad. Puede estar más o menos implicada en su embarazo, pero no se enfrenta directamente con lo que la maternidad implica. El panorama de sus relaciones familiares es visto desde la distancia y no se le otorga mucha importancia.

-El patrón de apego implicado, que define a una madre muy implicada en su maternidad basándose en sus relaciones primarias y apoyándose muy concretamente en identificaciones con su madre.

-El patrón de apego autónomo, refleja a una mujer que se implica en la relación con su hijo a la vez que piensa en su propia relación con su madre, pero pone cierta distancia emocional como madre y como hija.

En este sentido, las fantasías de la madre acerca de cómo será el bebé y su propia identidad materna, también pueden llegar a impregnarse de aquellas necesidades de la madre, convirtiéndose en ‘fantasmas’ que acompañan la relación con su hijo. Por ejemplo, madres que buscan en el bebé el amor incondicional que no han sentido en su relación como hijas, bebés que vienen a ocupar el lugar de otro ausente o que buscan dotar de un sentimiento vital a la madre. Dichos fantasmas no sólo pueden provenir del espacio emocional materno, sino a su vez, de los contextos familiar y de pareja.

Lo familiar se filtra en las fantasías de maternidad a través de la vivencia de la madre como hija, los legados familiares y cómo se definen los roles de parentalidad a modo de ‘tratados familiares’. Estos procesos de expectativas y atribuciones se amplían a la familia extensa, y generan una fantasía e imagen colectiva del bebé, así como una idea de qué tipo de madre se desea ser.

Es importante que la mujer embarazada pueda permitirse hacerse preguntas en cuanto a su propia identidad como hija para dar pie a descubrir su manera personal de ver y ejercer la maternidad. Aunque las imágenes e historias familiares estén muy presentes (la imagen real e imaginaria de la propia madre; la de otras figuras maternas como abuelas, tías; o reglas, normas, vías de expresión del afecto en la historia de la familia…), la madre ha de tener un espacio de reflexión que le permita ir construyendo una identidad materna única y propia, así como una imagen también única y propia de su bebé. Bien es cierto que este espacio de fantasía se irá consolidando con la experiencia real una vez nacido el bebé. 

Durante el embarazo la futura madre irá construyendo paulatinamente una historia que conformará el relato vital del bebé, así como su propia imagen como madre, que le ha de permitir en un futuro marcar un rol organizador para el niño en su propio proceso de subjetivación y crecimiento.

La reflexión sobre estas cuestiones permite no solo ser conscientes del proceso emocional y mental que atraviesa la futura madre, sino también de aquellas cargas que dan forma al bebé imaginado, de manera que tanto madre como hijo puedan establecer una identidad genuina y propia ante el paso a la realidad.

Aunque el mundo emocional y las fantasías que rodean el embarazo son mucho más complejas que las reflexiones generales aquí rescatadas, es importante que progresivamente se pueda abrir paso a una comprensión de los aspectos psicológicos del embarazo tan amplia y comprehensiva como la que se ha conseguido en cuanto al mismo en el plano médico o físico. Poder transmitir la información y orientación pertinentes en cuanto a los cambios y procesos intra e intersubjetivos que se dan en esta etapa, puede posibilitar un equilibrio bio-psico-social tan necesario en esta vivencia. Este tiene una importancia fundamental de cara a la salud emocional de la madre y el bebé, y brinda la posibilidad de abordar de manera sana los eventos que se sucederán en esta etapa y en las siguientes. 

Artículo de Kreadis con información de:

-Hugo Vezzetti. Marie Langer: Psicoanálisis de la maternidad.
-Alma Pichardo y Claudio Góngora. Abordaje psicoanalítico del primer embarazo.
-Maylis Del Castillo en Aperturas Psicoanalíticas. Revisión“El nacimiento de una madre: Cómo la experiencia de la maternidad cambia la vida para siempre” por Stern, D. y cols.