El síntoma del niño como
reflejo de lo que puede estar ocurriendo en la familia, es un tema al que no
dejamos de prestar atención dada su importancia en el trabajo clínico diario en
el contexto de la consulta. Como veíamos en posts anteriores, muchos padres
acuden a nuestra consulta esperando que podamos ayudarles a solucionar el
problema que están viviendo con alguno de sus hijos, bien sea en relación con
un bajo rendimiento escolar, un mal comportamiento o incluso, uno
comportamiento "demasiado bueno" que puedan considerar anormal, con
la habitual situación de que el niño presenta síntomas que afectan a la
familia, razón por la cual acuden a la consulta en busca de ayuda.
Generalmente, cuando la
familia expone el problema o situación, lo hace de manera que da la impresión
de que este responde a una situación exclusiva del niño, es decir, que ocurre
sin el concurso del resto de la familia. En este sentido, el problema se saca fuera
del marco familiar: "todo está bien en casa", “de resto, en casa todo
funciona normalmente”; de manera que no se suele considerar que la situación
del niño es parte del contexto relacional y de los vínculos que se establecen
dentro del sistema familiar. No es el niño y su situación lo primero y luego la
familia a la que pertenece, sino es la situación del niño dentro de su contexto
vital lo que hay que tratar, lo cual incluye necesariamente al contexto
familiar. Es decir, es la familia entera la que está mostrando un síntoma a
través del niño y sería conveniente tratarlo dentro de este marco familiar, si
fuese posible.
Quizás la forma más clara de
verlo sea con unos breves ejemplos:
Tomás*, de 4 años parece
tener una laringitis obstructiva. Se despierta por las noches con sensación de
sofocos, respiración agitada, llorando con voz afónica y con ronquido al
respirar. Los padres han ido al médico en varias ocasiones y se ha descartado
lesión orgánica.
Como parece que este síntoma
se presenta de manera repetitiva, se les sugiere visitar a un profesional del
área de la psicología, al no ser capaces de comprender el motivo de los
síntomas que el niño presenta.
Los padres de Tomás asisten
a la primera consulta con un profesional donde se identifican síntomas previos,
que no fueron reconocidos como tales por ellos. Estos síntomas se relacionaron
con la imposibilidad del niño de liberarse de la temprana fusión que tenía con
la madre. También se observa cómo en ese momento se tomaron medidas drásticas
para romperlos, que resultaron contraproducentes.
El padre parece estar solo
presente para el niño cuando le lleva a las distintas consultas médicas y a realizar
los análisis clínicos. De esta forma, el niño se vale de sus síntomas como vía
para conectar con el padre, ya que sabe que sólo cuenta con éste si está
enfermo.
En este caso, los padres no reconocen
su participación en la sintomatología del niño. Ellos no sienten que esta
explicación tenga que ver con lo que le pasa a su hijo, a pesar de las pruebas
médicas realizadas y sus resultados negativos. Nada del orden familiar, ni de
la pareja, ni de la historia de cada uno de ellos es registrado como posible factor
de mantenimiento o de influencia en la situación. Deciden no comenzar el
proceso terapéutico. La negación de una explicación que incluya a la familia en
el problema detectado en Tomás, a su vez crear un espacio de juego en el marco
del vínculo transferencial para que el conflicto pueda tener otras formas de
expresarse. En este caso la vía de expresión queda circunscrita,
lamentablemente, a la conocida por el niño, seguirá hablando a través del
cuerpo.
El síntoma es una formación
del inconsciente, y es lo que suele provocar la búsqueda de ayuda profesional o
psicoterapéutica, aunque no es una condición necesaria en todos los casos.
Cuando se trata de niños, como el ejemplo de Tomás, suelen ser los
padres los que consultan y los que deciden, en última instancia, si aceptan o
no un tratamiento para el hijo. Para valorar si el comienzo de un análisis es
posible, son fundamentales las entrevistas preliminares con los padres y con el
niño. En el caso de Tomás no fue posible darle continuidad al tratamiento.
Veamos el caso que nos
presentan A. Icart y J. Freixas muy ilustrativo en este sentido.
Diego, 11 años, que acude a
consulta porque desde hacía algunos meses estaba muy nervioso y se enfadaba por
nada: «Le han vuelto los miedos y no se quiere despegar de mí, además, vuelve a
tener problemas en la escuela» -decía su madre-. Diego se pasó toda la
entrevista cruzado de brazos y no paraba de decir que no quería ir. El clínico
trataba de favorecer que la madre hablara lo más libremente posible. Primero,
la señora Ruiz se quejaba de que el niño se enfadaba a cada momento y por nada,
tal como en ese momento mostraba en la entrevista: no quería colaborar.
Sin embargo, se deduce que,
si el niño «volvía a tener problemas», es porque los había tenido antes y, si
le habían «vuelto los miedos», también sería que había tenido miedos antes. Y,
en efecto, pronto se descubrió que el niño tenía una historia bastante
traumática y que sufrió varias intervenciones quirúrgicas. También había tenido
dificultades en la escuela y por eso había hecho tratamientos psicopedagógicos
con buenos resultados. Y, a medida que iba hablando, la madre añadía otras
informaciones: ella misma tenía muchas dificultades para dormir. La hija mayor,
de 20 años, había roto la relación con su prometido y ya prácticamente no salía
de casa. Y, por último, resultaba que hacía seis meses que el padre había
muerto en un accidente.
Parece comprensible que, si
el padre murió repentinamente, un niño de 11 años haga una regresión, es decir,
«se vuelva más pequeño», y que reaparezcan los miedos que había tenido y que no
quiera despegarse de su madre para no perderla, también, y quedarse huérfano
del todo. Probablemente, además, este malestar dificulte su rendimiento
escolar: el rendimiento en la escuela suele ser buen indicador del bienestar o
del malestar psíquico de cualquier niño.
Pero en la familia pasaban
más cosas: la madre no podía dormir y la hija mayor no salía de casa y había
tenido dificultades con quien era su prometido. En la consulta, sin embargo,
esto lo dejaban en segundo plano, priorizando y denunciando en primer término las
dificultades de Diego. En este momento, el profesional tiene información para
pensar que la madre y la hermana vivían su preocupación y su malestar a través
del niño, al que hacían depositario de sus angustias. Quizá por eso el niño se
oponía a venir y se pasaba la entrevista cruzado de brazos y con cara de mal
humor: no quería ser el burro de carga en el que se depositara el peso
del malestar de todos los miembros de la familia.
Visto así, el síntoma por el
que la señora Ruiz había llevado a su hijo a la consulta pasaría a ser el
equivalente de un síntoma neurótico de la madre y la hermana. Y no solo el
niño, sino toda la familia estaría haciendo una regresión. A través del niño,
la madre y la hermana estarían intentando que alguien hiciera el duelo del
padre por ellas y así, tal vez, no sería necesario que lo hicieran ellas
mismas.
En este caso, un tratamiento
familiar breve ayudó a resolver el problema de todo el grupo familiar. Y
también permitió entender que no solo era el niño el que no quería venir.
Mediante este «no querer venir», el niño estaba dramatizando (representando
como un actor) cómo la madre y la hermana tampoco querían «venir» (ir a ningún
tratamiento), ya que ir les supondría hacerse cargo de su parte del conflicto
(de su duelo).
El caso de la familia Ruiz
es un ejemplo de cómo se pueden plantear las cosas de una manera diferente de
como se habían hecho al comienzo: el niño presenta síntomas, pero la familia
está implicada. Sin embargo, no se puede decir que la familia sea la culpable
de que este hijo presente estos síntomas: a los demás miembros de la familia
también les pasan cosas (insomnio, salir poco de casa) que ellas no habían
ofrecido como síntomas clínicos, pero que implican que también están sufriendo.
Y todos los miembros de la familia están de acuerdo en algo: no querer hablar
de su malestar con ningún profesional de la salud.
Este tipo de aproximación
analítica, plantea la familia como un todo, y las interacciones de sus partes,
conforman ese todo. Para que el sistema familiar funcione mejor y el síntoma
desaparezca, hay que ajustarlo y atender ciertos principios como lo son el
reflexionar sobre los legados y consignas familiares inconscientes, el
restablecimiento de jerarquías, límites claros en roles y funciones, o deshacer
alianzas o triángulos dañinos; todos ellos componentes centrales de la
estructura y el funcionamiento familiar.
Como hemos ido viendo,
cuando la familia llega a consulta, ya ha ensayado una serie de soluciones que
no han logrado el efecto deseado en el miembro “problema” de la familia. Mientras
tanto, se va adaptando a las circunstancias cambiantes y, cuando no cuenta con
los elementos para un cambio real, la adaptación puede desarrollar mecanismos
homeostáticos que intentan contrarrestar las dificultades por las que está
pasando la familia, sin embargo, no las resuelve. Una transformación dinámica
que, además, tenga en cuenta su estructura, permitirá al menos alguna posibilidad
de cambio.
En definitiva, hemos de
cambiar la perspectiva común de que el problema reside en el miembro de la
familia de manera individualizada, sino que este se halla -y muchas veces se
potencia- en ciertas pautas de interacción de la familia entera como sistema.
Las soluciones que ésta ha intentado no son más que repeticiones estereotipadas
de interacciones ineficaces, que solo pueden reforzar los efectos sin producir
cambios reales. El terapeuta busca con la familia nuevas pautas
interaccionales, que atiendan las demandas del grupo familiar.
Así, la meta del cambio
estructural es siempre, convertir a la familia a una concepción diferente del
mundo y de sus interacciones, que no haga necesario el síntoma.
*Nombres,
edades y otros datos de los ejemplos clínicos que se refieren, han sido
cambiados con intención de proteger la identidad de los/as niños/as y sus
familias, así
como el carácter confidencial de las comunicaciones.
Artículos relacionados:
Fuentes:
Icart, A. y Freixas J. - La
Familia, comprensión dinámica e intervenciones terapéuticas - Herder 2013.
Chinchilla Jiménez, R, Trabajo con una familia, un aporte desde la
orientación familiar - Actualidades Investigativas en Educación, vol 15, nú. 1,
enero-abril 2015, pp 1-27
Zusman de Arbiser,
Sara;
Revista de
Psicoanálisis (Buenos Aires) 2000 Vol. 57 (2) Abr-Jun -
Páginas 391-403
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