Foto: Zapatillas |
"Hay una epidemia de enfermedades
mentales creada por los propios fármacos, llevamos 50 años utilizando
medicamentos psiquiátricos y, en general, lo que hacen es aumentar la
cronicidad de estos trastornos"
R. Whitaker
Hace
50 años, había niños abusones, traviesos, vagos, adolescentes taciturnos,
emocionalmente volátiles, pero no se les diagnosticaba de Déficit de Atención,
Hiperactividad, Tics, Alexitimia... la
sociedad esperaba que, al hacerse mayores, acabarían convirtiéndose en adultos
"más o menos" normales.
El panorama actual es bien distinto. La prescripción de fármacos psiquiátricos a niños y adolescentes es un fenómeno reciente y en preocupante crecimiento, ya que antes de 1980 eran relativamente pocos los jóvenes a los que se medicaba.
La
revista European Neuropsychopharmacology ha publicado un estudio, dirigido por
el doctor Christian Bachmann del Hospital Universitario Charité de Berlín (entre
2005 y 2012) en cinco países que muestra un incremento substancial en el uso de
antidepresivos en niños y adolescentes (17,6% en los Países Bajos, 26,1% en
Estados Unidos, 49, 2 % en Alemania, 54,4% en Gran Bretaña, y 60.5% en
Dinamarca).
Es probable
que estos datos reflejen la deriva hacia la medicalización en salud mental que
se está produciendo a nivel global, así como el impacto de los recortes
económicos en la asistencia sanitaria que minimizan o dejan en un segundo plano
recursos orientados a la cura a través de la psicoterapia.
Las
guías clínicas del instituto británico NICE (National Institute for Health and
Care Excellence) plantean que los antidepresivos no deberían ser ofrecidos en
primer lugar cuando se trata de síntomas leves de depresión. En estas situaciones
lo óptimo sería la espera vigilante y posterior abordaje psicoterapéutico si
los síntomas persistieran o se agudizaran.
En los
casos moderados y severos su uso puede resultar útil, pero siempre después de
que se haya realizado el conveniente diagnóstico psiquiátrico y nunca sin estar
acompañado de terapia psicológica o un abordaje más comprehensivo del sujeto.
La APA
(American Psychological Association) ha elaborado una serie de videos animados con
el lema "los tratamientos psicológicos funcionan" (Psychotherapy
Works), a través de los cuales y, mediante parodias, se comparan las ventajas
adicionales que supone realizar un programa de tratamiento psicológico. Los
tratamientos psicológicos basados en la evidencia científica permiten que las
personas aprendan habilidades y mejoren su autoestima,
adquiriendo un papel activo sobre su
situación y posibilitando la realización de cambios positivos a lo largo de sus vidas. Los tratamientos psicológicos,
en comparación con los psicofármacos, no tienen
efectos secundarios adversos y disminuyen
la probabilidad de recaídas.
El
problema quizá radica en la dificultad de acceso a esas terapias psicológicas. Muchos
de estos menores no llegan a acceder a terapias psicológicas y, contrariamente
a lo que sugieren las guías clínicas, son medicados con fármacos que pueden
mejorar los síntomas en algunos casos, pero que no incidien en las raíces del
problema, y se mantienen, por tanto, durante largos periodos de tiempo sin el
adecuado seguimiento y atención.

Robert Whitaker, a través de su libro "Anatomía de una
Epidemia" (muy bien documentado y multipremiado) desafió los criterios de
la APA y los intereses de la industria farmacéutica. En 2010, sus postulados se
consideraban una "herejía". Actualmente el British Journal of
Psychiatry ya asume la necesidad de repensar el uso de los fármacos—. “Las
pastillas pueden servir para esconder el malestar, para esconder la angustia,
pero no son curativas, no producen un estado de felicidad”.
La epidemia de las enfermedades mentales en niños y adolescentes no se
transmite como la "Gripe A", pero comparten lo versátil de su
presentación en sociedad en manos de una gran diversidad de poderes. No se
trata de un mito, parece que tampoco lo es una nueva patología o el último
hallazgo de los laboratorios farmacéuticos. Parece tratarse de un síntoma
resultado de la compleja red tejida por un sinnúmero de factores.
Uno de los efectos del enfoque biologicista en la familia es el hecho de
que adjudica la problemática a alteraciones de origen neuroquímico, disminuye
en los padres el sentimiento de culpa que no hace más que abrumar y generar
tensión en la pareja y en la familia. Pero al mismo tiempo excluye un espacio
más reflexivo que comprende las preguntas que los padres pueden –y deben-
hacerse en cuanto a lo que expresa el síntoma en el niño y adolescente, así
como la reflexión en cuanto a qué factores de la dinámica familiar y las
circunstancias del niño pueden estar ejerciendo una influencia para la
persistencia de dicha problemática.
La generación de niños criados en el "laissez faire" a los que
se les ofreció un excesivo espacio en aras de su autonomía, sufrió luego las
consecuencias; muchos ‘hiperactivos’ carecieron del adecuado aprendizaje de la
frustración. Los padres que aumentan la libertad del niño, sin que haya
adquirido herramientas para saberla gestionar correctamente, alimentan mayor
incertidumbre en el niño y más fuentes de conflicto. Bien es cierto que el
conflicto lo consideramos también una excelente fuente de aprendizaje, sin
embargo estados crónicos son vivenciados como situaciones de desamparo y
generan gran sufrimiento.
Un sujeto sano se caracteriza por tener una buena capacidad para
gestionar los conflictos, reconocerlos, buscarles soluciones, asumir las
consecuencias cuando no se encuentran formas de resolverlos, en definitiva, por
buscar formas de moderar las tensiones que los conflictos generan. El papel de
la familia y la actitud que esta tiene ante los límites, reglas y afectos, es
vital para el sano desarrollo del niño. Si la familia renuncia a su papel de
filtro protector que educa, el vacío de autoridad genera un espacio generador
de ansiedad, en el que el niño no encontrará
formas de identificarse.
"Al no tener capacidad
para aceptar frustraciones no pueden asumir la atadura de las normas, pero su
transgresión no podrán perdonarla los que sí se sometieron y les penarán con la
marginalidad".
En el caso de tratamientos farmacológicos, podemos comprobar que, en
muchos de los casos, están orientados a la "doma" más que a la
escucha del síntoma y su posible interpretación para la búsqueda de soluciones.
Para poder trabajar de una manera integral y con orientación hacia la cura del
síntoma suele necesitarse el apoyo de abordajes complementarios a los fármacos,
como lo son aspectos didácticos, encuentros regulares con la familia, y
sesiones de psicoterapia con el niño.
¿Qué es lo que está ocurriendo hoy en día que se acude tan poco a este
tipo de abordajes integradores y están prevaleciendo las intervenciones
farmacológicas?
Parece que la sociedad actual está alimentando, en general, la baja
tolerancia a la frustración. Existe un miedo generalizado a enfrentar los
conflictos, a “no estar bien”, a dedicarle tiempo a lo no inmediato. La “prontomanía”
se viene instalando como signo de acomodación al mundo actual, como reflejo de
productividad y capacidad personal. Parece que cuanto antes solucionemos un
conflicto, cuanto más rápido demos con las soluciones, cuanto menos dure la
angustia –porque difícilmente podemos manejarla-, mejor se es y mejor se está.
Sin embargo las prisas en este aspecto suelen denotar una gestión pobre y
superficial de los problemas. Suele evidenciar esa falta de tolerancia ante la
frustración a la que antes hacíamos mención. Esta “prisa” conlleva a un manejo
meramente técnico del problema, aunque no a un manejo adaptativo e integrador
del mismo, por lo que se perpetúa, muchas veces se cronifica y termina
impregnando las distintas esferas de nuestra vida. Desde luego hay situaciones
en donde una actuación rápida frente al problema psicopatológico es necesaria y
vital. Hay casos en donde una acción inmediata marca la diferencia entre la
supervivencia y la muerte –física o psicológica- del sujeto. No obstante, una
intervención adecuada implica no solo acciones de respuesra rápidas frente a lo
urgente, sino también la adaptación de una amplitud de foco y visión compleja
que aborde de manera integral el problema.
![]() |
Foto: Ekaterina Muganlinskaya |
Parece que queremos solucionar en breve problemas y desequilibrios que
tienen una relación con la historia del sujeto y vienen “de atrás”, pretendiendo
un equilibrio antinatural y, en ocasiones incluso, violento en un abrir y
cerrar de ojos. Es verdad que las intervenciones exclusivamente farmacológicas
producen una atenuación en el niño de las conductas más llamativas y
preocupantes, lo que provoca cierta tranquilidad en su entorno (familia,
escuela) y genera sensación de eficacia. Mientras que muchas de las
intervenciones psicoterapéuticas –como es el caso de la psicoanalítica-
requieren de un tratamiento de larga duración, con cambios paulatinos. El
inconveniente del abordaje rápido y farmacológico de forma aislada, es que no
considera el problema dentro de la complejidad en la que está inmerso, por lo
que podremos detectar cambios positivos a corto plazo que se expresan como
cambios irreales y superficiales a largo plazo.
David Healy, profesor de psiquiatría de la Universidad de Cardiff,
transmite un mensaje muy claro en cuanto a cómo y cuándo deberían utilizarse medicamentos
psiquiátricos: si se administran medicamentos inmediatamente a todos los
pacientes, se corre el riesgo de provocarles un problema cónico que, de otra
forma no habrían tenido. Aconseja observar y esperar antes de dar fármacos
psiquiátricos a pacientes de primer episodio, pues es conveniente comprobar si
se consigue la recuperación de forma natural. "Procuro utilizar los
fármacos cautamente, en dosis razonablemente bajas". El uso a largo plazo de
psicotrópicos está asociado con la cronicidad, de forma que resulta evidente
que es necesario utilizar los fármacos de un modo limitado y selectivo.
No parece haber respuesta unívoca al problema. Desde nuestra
perspectiva, sí que consideramos indudable que existe un imperativo urgente
frente a esta problemática, uno que nos pide aparcar por un instante las
alternativas extremas y la defensa ciega de una u otra opción terapéutica para darle
espacio a un enfoque integrador que verdaderamente dé respuestas al sufrimiento
del sujeto. Un enfoque que proporcione una vía segura para buscar soluciones a
un problema que difícilmente podemos evadir sin que conlleve a secuelas
duraderas y crónicas, soluciones no solo inmediatas –muchas veces necesarias-,
sino también duraderas, profundas y respetuosas en relación con el futuro de la
persona.
“En este siglo acabaremos con las
enfermedades, pero nos matarán las prisas”
Gregorio Marañón
Fuentes:
- Sanfeliu, I. - La hiperactividad, la acción inagotable. Biblioteca Nueva (2011).
- Whitaker, R. - La Psiquiatría está en crisis - El País - Entrevista 07/02/2016 por Joseba Elola.
- Whitaker, R - Anatomía de una Epidemia (2015.)
- Clínica Contemporánea Vol. 7, nº 1, 2016 - Págs. 75-76 - Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
- El placebo y la psicoterapia son mejores que los antidepresivos para tratar la depresión - Entrevista a Irving Kirsch - Infocop 13/11/2012.
- La OCU solicita más terapia psicológica y menos medicación para los trastornos de ansiedad y depresión. - Infocop 06/03/2012.
- Los tratamientos psicológicos funcionan, nueva campaña del APA - Infocop 26/10/2012.
- Fixitol ¿el medicamento milagroso? Farmacología y Psicoterapia
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo. El equipo de Kreadis