Kurt Gledhill |
Cuando los adultos
tienen que enfrentarse a la difícil tarea de explicar a un niño/a que una
persona cercana ha fallecido, a veces optan por usar metáforas como “se ha ido
de viaje, de vacaciones, está dormido”, o simplemente deciden que “es
mejor no decirle nada” o que “ya se lo diremos cuando vaya siendo mayor”.
Ante la incertidumbre de no saber qué decir o cómo explicar la muerte, o bien por el propio proceso de duelo del adulto, se pueden decidir soluciones y explicaciones rápidas (como, por ejemplo, comprar un nuevo animalito tras la muerte de la mascota familiar) en vez de hablar de lo sucedido y de cómo se siente el niño/a por ello.
El proceso de
desarrollo físico, mental y emocional les ayuda a niños/as y adolescentes a
comprender paulatinamente lo que representa la muerte. Para ello, es imprescindible
el apoyo, ayuda y espacio que proporciona el adulto para dicho proceso de
comprensión.
Con lo anterior, nos gustaría
rescatar a modo de resumen, algunos puntos que consideramos importantes al
momento de tratar este tema con los más pequeños.
Decir siempre la verdad. En muchos casos, por
el propio miedo del adulto, lo duro de la experiencia de la pérdida o la anticipación
de la reacción que pueda tener el niño, se intenta evadir la verdad a través de
frases que parecen que puedan resultar “menos duras”. El niño ha de entender lo
que se le está diciendo, y por ello es importante adaptar el mensaje a la edad
del niño, pero aquello que se le dice ha de ser la verdad. Las mentiras, en
especial aquellas dichas desde un contexto emocional particular (desde la
ansiedad, la tristeza…) pueden instalar reacciones emocionales menos sanas en
el niño. Es muy importante decir la verdad, ser sinceros, ya que el proceso de
elaboración del duelo del niño puede complicarse tras descubrir la mentira por
parte del adulto (padre, madre…) en quien tiene toda su confianza, sintiéndose
defraudado/a o engañado/a.
Dar un mensaje que pueda entender. Muchas veces nos vemos tentados a
usar metáforas para explicar a los niños la muerte de un ser querido. Estas
suelen ser las explicaciones más comunes que se les proporcionan y son, a su
vez, fuente de mucha confusión e inseguridad para los más pequeños.
Explicaciones como “a nuestro
perrito lo hemos llevado a una casa a la que se llevan a los animales
enfermitos para que vivan allí” o “está en el cielo con Dios”, pueden generar
confusión al no ser claras y, en la mayoría de los casos, no ser ciertas. El
niño tiene que entender que el familiar o la persona que ha muerto no va a
volver. Las explicaciones han de ser breves pero sencillas y las metáforas no
son necesarias, en especial en aquellos casos que puedan generar un mayor monto
de ansiedad en el niño (un ejemplo: “a tu hermanito se lo ha llevado Dios”; lo
que puede despertar la duda en el niño “¿y si Dios me quiere llevar a mí
también?”, “se lo ha llevado porque estaba enfermo, si me pongo malo entonces
me lleva a mí también”).
Dialogar sobre la muerte: explicar
y aclarar dudas. Es natural que el niño muestre
mucha incertidumbre y dudas acerca de la muerte. Fomentar la comunicación en
este sentido es muy importante, ya que le permite sentir que cuenta con un
espacio de comprensión en el que además puede expresar lo que siente.
Wallyto |
Asimismo esto es de gran ayuda
para eliminar falsas creencias e interpretaciones, así como para confrontar y dotar
de realidad aquellas fantasías que pueda tener en cuanto al tema.
Es importante permitirle que haga
las preguntas que quiera formular, respondiéndolas teniendo siempre en cuenta
su edad y madurez.
Expresar las emociones que
sentimos. Cuando se evita hablar de una
situación que es evidente en el sistema familiar, se forman “quistes” en cuanto
a dicha situación que dificulta su manejo emocional sano. “Si mamá/papá no
hablan de eso es porque es algo malo y yo no puedo hablar de ello”; o “si hablo
de esto, mamá y papá se pondrán tristes por mi culpa”. Es necesario revisar
nuestras propias concepciones acerca de la muerte, así como la forma en la que
nos aproximamos ante este tema. Aunque intentemos aislar al niño de las
emociones de los adultos, éste, como parte del sistema familiar, se verá
influido por ellas. Es imprescindible ayudar al niño a gestionar sus emociones
a través de nuestro propio manejo emocional. Esto no quiere decir trasladar sin
filtro al niño la tristeza, ansiedad, miedo o rabia que podamos sentir ante una
muerte, sino mostrar que es natural sentir diversos tipos de emociones frente a
ciertas situaciones, así como la forma de manejar cada una de ellas y el
significado que tienen en la situación vivida.
Si los mayores
exteriorizan su dolor ante niños/as, es conveniente explicarles a qué sentimiento
responde dicha reacción (por ejemplo, explicarles que se debe a la añoranza por
el ser querido).
Esconder la realidad
de la pérdida o fingir que “estamos bien” ocultando los sentimientos que esta
nos produce, puede hacerles sentir gran confusión, lo que influye de alguna
manera en la forma en la que afrontarán las pérdidas venideras. Al
proporcionarles información sincera, en el marco de un contexto seguro, los
niños/as serán capaces de encontrar la mejor forma para enfrentarse al duelo de
forma sana y realista.
Enseñar al niño a manifestar sus emociones. Es importante mostrarse receptivo
ante las
preguntas del niño/a, así como ante las reacciones que experimentan
tras la pérdida. Es muy común intentar “distraer” al niño, en lugar de
enseñarles a gestionar y vivir la tristeza o la emoción ligada a la pérdida.
Brooke Shaden |
Los niños expresan sus emociones
de forma distinta según su edad, algunos lo hacen a través del dibujo, otros
del llanto, otros las verbalizan. Al inicio del duelo es muy posible que
expresen rechazo a la situación. Esta negación a una realidad dolorosa puede
ser expresada de varias formas: con excesiva actividad, o por el contrario con
una actitud de pasividad y ensimismamiento. No es extraño que en ocasiones el
duelo se traslade al plano del juego: que juegue a morirse, invente un hermanito
o papá imaginario y pase de preguntar repetitivamente a entrar en silencio.
Es importante rescatar de cara al
niño que la tristeza o rabia que pueden estar experimentando es normal tras la
pérdida del familiar. En particular, suele ser de gran ayuda para estos casos enseñarles
a discriminar y detectar qué es lo que están experimentando a nivel emocional.
Ceremonias de despedida. El nacimiento, el matrimonio, los
funerales… Las ceremonias tienen un significado social de gran importancia.
Muchas veces se intenta mantener a los niños al margen de las ceremonias de
despedida, sin embargo, si el niño es lo bastante mayor como para comprender lo
que está sucediendo es recomendable que no se le aísle de estas. A partir de
los 10 años el niño comprende lo que ha ocurrido y la ceremonia de despedida
puede transformarse en algo sanador, un elemento que ayuda a elaborar el duelo.
También se pueden hacer ceremonias “extraoficiales” de despedida. Es un espacio
para que el niño hable acerca de lo que siente y pueda dedicarle unas palabras
a quien ha perdido.
Aunque ponerle palabras a este
tipo de situaciones no resulta fácil, es importante poder echar mano de los
recursos necesarios para afrontar el duelo de la forma más sana posible, así
como fortalecer los recursos de los más pequeños en el momento de enfrentarse a
la pérdida. Ocultar, temer o dar explicaciones erróneas al niño/a sobre la
experiencia de la muerte puede convertirse en algo más complicado y en muchas
ocasiones más doloroso. Es importante revisar nuestras propias creencias y
miedos al momento de explicar la muerte a los niños, de forma que nos permita a
nosotros mismos gestionar mejor las emociones ligadas a este tipo de
experiencias, y además dotar a nuestros niños de la riqueza emocional necesaria
para hacerlo.
Con información de: Instituto Nacional de Salud
Mental; Explicar la muerte a los niños; Kidshealth.
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