Fotografía de José Martín |
“Algunas cosas que he aprendido en casi 2 años de ir a psicoanálisis”
El encuentro con otro
Una anécdota que se cuenta sobre Diógenes el Cínico es aquella de su encuentro con Alejandro, hijo de Filipo de Macedonia y para entonces todavía sin el mote de “El Magno”. Se dice que al saber de su fama y en especial de su pensamiento, Alejandro quiso conocer al filósofo.
Estando Diógenes tomando el sol en el Cranión, se le acercó Alejandro y le dijo: «Pídeme lo que quieras»; a lo que él respondió: «Pues no me hagas sombra».
Alejandro era rey, en ese momento era uno de los hombres más poderosos del mundo conocido. Diógenes, por su parte, no tenía nada: si lo llamaron “cínico” fue porque vivía y obraba como los perros, desnudo y a la vista de todos. Sin embargo, nada pidió a Alejandro más que se quitara de donde estaba, porque le estorbaba el paso del sol, de cuyos rayos quería disfrutar en ese momento. Para Alejandro, la petición debió ser la más inesperada posible. Pero eso era lo único que Diógenes quería de Alejandro y, desde la perspectiva de Diógenes, era lo único que Alejandro podía darle.
La historia sirve para mostrar eso que vamos descubriendo en el proceso, que con cierta frecuencia nos enfrentamos a un desencuentro entre lo que somos y podemos ofrecer y lo que el otro es y está pidiendo.
Fotografía de José Martín |
La posibilidad de mirar algo desde otro ángulo
Esto puede parecer una obviedad, pero para muchos es una de las operaciones más titánicas de su existencia. Es sencillo decirlo, ¿pero cuántas veces miramos un problema desde otra perspectiva?.
Los sucesos que ocurren y su tiempo
Las cosas pasan en, al menos, dos acepciones del verbo pasar: suceder y agotarse. Las cosas suceden, pero también se agotan y se consumen. Una pérdida, por ejemplo: una relación termina, una persona muere... Y también las cosas agradables: conseguimos algo que nos propusimos, encontramos un trabajo, aprendimos a hacer algo que siempre quisimos. Ni el dolor ni la alegría son eternos, tienen su tiempo.
La palabra cura
Hablar es un gran asunto. Hablar es aceptar ante otro lo que a veces no podemos o no queremos aceptar ante nosotros mismos. Hablar desde lo que somos. Dar cuerpo, con nuestra voz, a aquello que deseamos, aquello que sentimos, aquello que pensamos. Verbalizar, por mínimo que parezca, desata grandes cambios en la subjetividad, paulatinos pero grandes.
Considerar al otro, tomarlo en cuenta, darle un lugar
Dar lugar al otro es también uno de los movimientos más complicados. Si algo puede lograrse con el psicoanálisis es comprender que eso que tanto nos enfada de alguien es además un rasgo que nos dice algo del otro, de su historia, de su experiencia frente a la vida, de las cosas que le tocó vivir. Y esto, en cierta forma, es el primer paso para darse cuenta que así como tenemos que lidiar con nuestros propios temas, también el otro tiene sus dificultades, lo cual de algún modo nos sitúa a todos en el mismo nivel… el mismo nivel de humanidad.
La comprensión de ese hecho también hace posible la decisión a propósito de las personas que queremos en nuestras vidas. Así como hay faltas de nosotros mismos que nos son más tolerables y que incluso llegamos a abrazar y aceptar, también hay faltas de otros frente a las cuales podemos elegir entre si queremos o no hacerlas parte de nuestra vida.
Fotografía de Maria Krupinska |
El análisis es continuo
El proceso de análisis personal en la psicoterapia es un ejercicio que no se limita al tiempo y el espacio específico que le dedicamos dentro de nuestra rutina personal, es decir, no existe sólo dentro de las fronteras del consultorio. Este es un ejercicio que termina por traspasar dichas fronteras y llevar lo aprendido a nuestros actos y decisiones cotidianas.
El análisis sitúa al sujeto en el camino del conocimiento de sí, del aprendizaje de ciertos recursos para saber quién es realmente y por qué no debe ignorarse a sí mismo. Y esos momentos de reconocimiento pueden –y suelen- ocurrir siempre, en cualquier circunstancia.
Lo importante está en el proceso
Muchos llegamos al consultorio del analista por un motivo específico y, en la mayoría de los casos, desconociendo el alcance e impacto que tendrá en nuestra vida. Por descontado se trata de una experiencia sumamente enriquecedora. Puede ser que pase el tiempo y veamos que aquello por lo que acudimos sigue ahí, aparentemente sin resolverse. Y sí, eso puede ser desesperante, pero un poco menos cuando nos damos cuenta que en el entretanto ocurren cosas. Que quizá aún no conseguimos eso que creíamos que iba a suceder, pero a cambio aprendemos de nosotros mismos, de nuestras experiencias, aprendemos a tomar mejores decisiones con respecto a nuestra vida, nos damos cuenta de cosas que antes pasábamos por alto.
Resumen de Kreadis, Artículo original de Juan Pablo Carrillo Hernández: “Algunas cosas quehe aprendido en casi 2 años de ir a psicoanálisis”
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