Foto: Art&Art Gallery |
Fruto
del trabajo que realizamos acerca del "Narcisismo", surgen estas
líneas a modo de reflexión sobre la situación de aquellas parejas que,
enmascaradas por el argumento del amor que se tienen, genera violencia y
sufrimiento.
Veremos,
bajo el prisma psicológico, la interacción patológica que se establece entre
los miembros de la pareja dónde uno asume el rol "dador desde la dependencia"
y el otro "vincula su narcisismo a la recepción de refuerzo y
atención".
Para ello
nos basaremos en el artículo de Teresa Sánchez y en nuestras propias
deliberaciones y reflexiones al respecto.
Diferenciar
agresividad de violencia es el primer paso hacia la comprensión de este asunto.
Agresividad entendida como respuesta orientada a preservar la vida, con valor
instrumental, como herramienta al servicio de la continuidad del sujeto, que se
activa ante alertas que ponen en peligro la consecución de los propios fines,
cuando se padece una grave frustración o una amenaza (real o imaginaria, física
o psíquica) y busca la homeostasis tensional y autorregulación de funciones
vitales elementales.
Foto: Disccris |
Por
el contrario, la violencia va más allá del principio del placer, y busca
perturbación, desequilibrio y disrupción. Se la calificaría de "agresión
maligna" al tener como fin último la destrucción del otro y carecer de
finalidad noble. La descarga es explosiva y produce un efecto evanescente de
liberación de tensión de modo que multiplica la violencia interna a modo de
espiral creciente.
En este
punto, nos gustaría debatir el concepto "finalidad noble" que parece
tener la agresividad y del que parece carecer la violencia. Consideramos que en
ambos casos hay una búsqueda de homeostasis con la diferencia de que en el
primero, agresividad, se consigue después de la respuesta agresiva y, en el
segundo, al quedar un vacío que solo se llenó momentáneamente, la sensación se
va multiplicando y genera una mayor escala de agresión, derivando en violencia.
Nos cuestionamos la malignidad de la violencia en el origen pues, en un
principio, hay necesidad de algo que no se tiene y se busca en el otro, pero no
para aniquilarlo, sino para completarse. Puede que la "violencia" se
considere tal una vez que el sujeto haya comprobado que no se "nutre"
del otro de ninguna forma y, al poner en evidencia sus carencias y debilidades,
aparece el deseo de aniquilación.
Las fases
por las que pasa la pareja son:
- Enamoramiento: el sujeto proyecta sobre el otro partes buenas de sí mismo.
- Realidad: introduce diferencias entre la imago del objeto y su evidencia y éste se escabulle maquillando o disociando mientras puede hasta que la diferencia se impone.
- "Odioamoramiento": momento de la desilusión amorosa en el que surge el germen de la violencia. Aparece la ambivalencia vincular amorosa, se ama al otro en cuanto a portador de proyecciones del yo y se le odia por ser evidencia de alteridad. Para los sujetos que depositan en el amado una alta intensidad de cargas narcisistas, se les hace inviable el desprendimiento libidinal y la imposibilidad de duelo será un factor determinante de la aparición de la violencia. La "necesidad adictiva del otro actúa como reforzador de la autoestima", sujetos de narcisismo frágil que no pueden asumir una separación del otro que nutre su estima. El drama comienza cuando el otro pretende recuperar su autonomía y el sujeto narcisista-dependiente experimenta un síndrome de abstinencia que le arrastra a una violencia exterminadora que no se consume hasta la aniquilación del otro. Lo insoportable es aceptar la existencia del otro libre y distinto, a quien "quieren" como prolongación proyectiva de su narcisismo. Violencia como explosión, drenaje de las partes malas escindidas, no reconocidas, expulsadas como "basura psíquica" y colocadas en el otro.
Al
maltratador se le atribuyen dos caras, indicio del fracaso en el logro de la
unificación de la personalidad. El ciclo generador de la violencia aparece
cuando el descubrimiento de la alteridad se interpreta como un problema y no
como una riqueza. En este sentido, intervienen los siguientes mecanismos:
1.
Ubicación ante el otro: o se confía o
se recela.
2.
Proyección
sobre el otro de partes rechazadas de sí mismo, que le adjudica para librarse
de ellas y que sea depositario de sus partes malas a la vez que al otro se le
despoja de sus propias partes buenas.
3.
Demonización
del otro, lo que le da pie a defenderse.
4. Cosificación
del otro, no es nada ni nadie, le pertenece como cosa y puede hacer que
desaparezca.
5. Anulación
de investimientos a través de la destrucción del otro como culminación de su
proceso de afirmación o de certificar su victoria. La amenaza ha sido
desactivada.
El maltratador es un "narciso
enfermo" que tiene una imagen desvalorizada de sí mismo. Gozó de cierto
esplendor cuando la conquista del otro le hizo creer que podría ser amado.
Cuando el espejismo se rompe, aparece el desencanto. Finalmente no alcanza la
posición reparadora porque no mentaliza la culpa ni la elabora; mantiene su
posición persecutoria y su creencia tácita de que puede succionar de su pareja
todos los aportes narcisistas que necesita para vivir, quedándose en una
organización expiatoria de la personalidad.
Varios
autores perciben cómo hoy en día se aprecia un narcisismo egolátrico de género.
Mientras las emociones masculinas son inhibidas, las femeninas se expresan
libremente. Este silencio en el varón incrementa su tensión y provoca
frecuentes explosiones que actúan como recordatorio del poder masculino y
perpetuán el estereotipo de la superioridad reclamando el espacio borrado por
la usurpación femenina. Lo cierto es que actualmente se palpa la sensación de
que el hombre actual debe camuflar su virilidad y apoyar la excelencia
femenina. El resultado es que la mujer se resiente de la debilidad del hombre y
parece necesario que él se resitúe y ella se reencuentre con un hombre que no
sienta nostalgia del "macho" que fue pero que tampoco dimita de su
condición masculina diferenciada.
En toda
la literatura relativa a temas de maltrato aparece como candidato a maltratador
el perfil de un hombre con la hombría diluida, con escasos recursos, reducidas
habilidades comunicativas, inseguro en su papel doméstico.
Foto: Nikonistas-El sabor de las fresas |
En
cuanto al tipo de pareja que encaja en este binomio, su principal
característica es la "necesidad de ser necesitada" o como dice
Fairbairn "dependencia de dar", que en lugar de perseguir la
obtención de placer, se orienta a encontrar un otro apropiado al que
vincularse. Estas personas, principalmente mujeres, truecan su posición pasiva
de recibir atención del objeto de cuando eran niñas por una posición activa de
prodigarle atención. El hombre con déficit narcisista busca este perfil de
mujer como suministradora de la vida que él carece y la misión de ella será
salvarle de sí mismo. Este afán redentor hacia su verdugo proviene de la
herencia cultural filogenética que quedó grabada en su sistema límbico y en su
amígdala. Existe un componente materno y sanador de forma que pueden llegar a
creer que es un premio el que alguien machacado la elija para rescatarlo de su
atroz destino. Suele tratarse de mujeres que en su infancia ya tuvieron que
conquistar el interés o el amor de padres difíciles e indiferentes. La
compulsión a la repetición obedece a la necesidad de demostrarse que son lo
bastante valiosas para merecer la atención de un hombre y, además, conservarlo.
Según
Freud (1936), en este proceso intervienen dos mecanismos:
1. La
identificación con el agresor, a través de la empatía con la víctima para
garantizar la propia supervivencia, anticipándose a los movimientos de su
agresor o intenciones y poder prevenirlos.
2. La
identificación con la víctima desde la falsa creencia de poder hacer cambiar al
agresor, en busca de una armonía, de la cura, segura de que tras su depravación
hay un niño asustado y abandónico. A esto V. Frankl lo denominó "tortura
doméstica" e Ibañez y Sacristán (2005) "síndrome de Estocolmo
doméstico".
Ante
estas dos deformaciones de la dignidad personal se sospecha que existe un pacto
inconsciente y esto explica la perseverancia de la mujer, el que cargue con la
culpa y se atribuya la responsabilidad por no ser suficientemente buena.
Todo esto
ha conducido a una naturalización de la violencia que está en contraposición
con lo dictado por la ley. En occidente la violencia está naturalizada e
incorporada al sustrato costumbrista de la vida ordinaria, aunque está a la vez
criminalizada y perseguida por ley. Esto pone de manifiesto la vigencia del patriarcado
aunque la ley lo inculpe e intente erradicarlo.
Fuente:
"Dependencia de dar y rabia narcisista - una colusión significativa
frecuente en el maltrato". Teresa Sánchez - Univ. Pontificia de Salamanca
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo. El equipo de Kreadis