En estos tiempos se repiten con frecuencia frases como “Todo lo que deseas, lo puedes conseguir”, “No se necesita más que desear algo”; frases que le restan importancia a los matices que impone la realidad y proscriben, de alguna forma, lo negativo que puede yacer en el camino de conseguir un objetivo.
Christian Schloe |
El año nuevo trae consigo la revisión de forma retrospectiva de los logros y fallos, así como aquellas metas y objetivos que aún quedan en la mochila personal. Sin duda, es de las fechas más populares para llenar la agenda de frases como las anteriores. El cambio de año, más que tiempo orbital del planeta, remueve y empuja hacia la propia órbita personal, en donde se hace inevitable revisar el pasado y plantear cosas acerca del futuro deseado.
Llenamos la página en blanco de todos aquellos propósitos, como si de una “Carta a los Reyes” se tratase, esta vez conociendo –y desconociendo a momentos- el destinatario. La mayoría son metas y propósitos generales, manidos, impregnados de lo anual (con fecha de caducidad de nuevo orbital). Con lo que año tras año, lista tras lista, se engrosa otra más de propósitos fallidos y frustración personal.
Es alentadora la idea de que todo lo que deseamos podemos conseguirlo –como mencionan las frases anteriores- sin embargo, el problema de dicha idea es que difícilmente es cierta. No todo podemos conseguirlo, es un límite que nos impone la condición humana. Y tampoco el mero hecho de desear algo con fervor nos asegura su consecución.
Nos vale de ejemplo el caso de muchos niños y adolescentes quienes creen firmemente (y reaccionan con fiereza para defenderlo) que tienen derecho a todo únicamente por desearlo. Es reflejo del colapso de la tolerancia a la frustración que se alimenta de muchas de estas frases que son poco realistas y que enfrentan al sujeto a un mundo de inevitables tropiezos sin ningún arma para sobreponerse a ellos, con una capacidad ficticia para tolerar reveses.
En otros casos, deseamos algo con pasión, luchamos por ello y aun así, no lo conseguimos… ¿Qué significado tendría esto frente a aquello que nos asegura el éxito por la entrega?. En estos casos solemos atribuir toda especie de explicación posible sin llegar a sortear del todo el sabor del fracaso. La evasión de las posibles limitaciones al plantear la consecución de nuestra meta y la confianza en el éxito garantizado sólo por la pasión puesta en la labor, nos deja con un maltrecho sentimiento de valía.
Christian Schloe |
Cuando establecemos metas realistas, sinceras a un nivel personal, comprometidas y en equilibrio con nuestros deseos y las limitaciones que impone la realidad, nos aseguramos una cuota de éxito que de otra forma quedaría en juego. El tener el valor para escribir en esa página en blanco propósitos que puedan implicar esfuerzo, un gran reto, pero a la vez una meta real, es sin duda un signo de madurez personal, una ganancia a primeras. Puede que la frustración inicial del reconocimiento de la limitación sea dura, sin embargo los pasos a continuación nos llevarán a buscar objetivos igual de retadores pero más comprometidos.
Quizá lo importante está en que podemos llegar a ser esa versión de nosotros mismos que anhelamos paso a paso, sin letras en mayúsculas al inicio del año, desechando propósitos ambiciosos y poco realistas que queman nuestros cartuchos la primera parte del año, dejándonos el resto en “como vaya viniendo, vamos viendo”.
Quizá lo importante está en que podemos llegar a ser esa versión de nosotros mismos que anhelamos paso a paso, sin letras en mayúsculas al inicio del año, desechando propósitos ambiciosos y poco realistas que queman nuestros cartuchos la primera parte del año, dejándonos el resto en “como vaya viniendo, vamos viendo”.
Por más que los inicios, tal como el año nuevo, nos inyecten un subidón delicioso que nos impulse a afrontar cualquiera que sea el reto que se presente, se trata de un deber personal para superar dichos retos, el creer en nuestras fortalezas sin guiar nuestros pasos por sueños rígidos e irreflexivos que terminan por ser inalcanzables y generadores de dolor.
Mencionamos siempre cómo nos sorprende la capacidad creativa del ser humano y la confianza que en esa capacidad sentimos. Esta no puede sino sustentarse sobre la confianza en uno mismo y en el otro: “Confiar desde el conocimiento de mis propias limitaciones, pero también desde mis fortalezas”.
Es por ello que os animamos, si estáis aún en vuestro propio tiempo orbital de revisión personal, a reflexionar ante lo que somos y podemos ofrecer –mucho de ello aún no descubierto-, a “aprender a soñar” cuando estamos decididos a llevar ese sueño al espacio de la realidad, con el conocimiento de las limitaciones que eso implica y del valor que tendrá cada piedra en el camino.
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